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ABRIR TOMO II VOLUMEN I - Universidad Complutense de Madrid

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1689<br />

manera está obligado a ello el que escribe. En todos los <strong>de</strong>más<br />

casos es mejor pa<strong>de</strong>cer apologías que escribirlas. Más suave suele<br />

ser sufrir las injurias que impugnarías, en quien tuviere gusto<br />

<strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer por Dios; pero tal vez es más necesario y obligatorio<br />

impugnarías que sufrirías. Como siente el buen médico que ama al<br />

enfermo que otro le yerre la curación, siente el buen ministro<br />

que por malos dictámenes <strong>de</strong> gobierno, se pierda la causa pública.<br />

En el gobierno imposible es resolver sin inconveniente: toda la<br />

habilidad consiste en escoger, los menores.<br />

Los dos polos en que estriba el gobierno <strong>de</strong> una monarquía<br />

son la justicia y la misericordia; esto es, el premio y el<br />

castigo, castigando <strong>de</strong>litos y premiando el servicio. Y la razón<br />

es porque, en sabiendo que hay riguroso y ejecutivo castigo,<br />

temen y se contienen los malos; y sabiendo que hay premio, todos<br />

se animan a servir para merecer. Esto es el gobierno <strong>de</strong> Dios y<br />

su monarquía perpetua; <strong>de</strong> esta suerte permanecerá eternamente;<br />

pero en la monarquía que ni se castigan <strong>de</strong>litos ni se premian<br />

servicios, no se verá consistencia.<br />

Los premios se han <strong>de</strong> dar a los que por sus virtu<strong>de</strong>s y<br />

servicios mejor lo hubieren merecido; que hacer sin esta atención<br />

las merce<strong>de</strong>s quebranta los ánimos y causa <strong>de</strong>samor en los vasallos<br />

con su príncipe. Decía Licurgo que, cuando los ministros públicos<br />

se enriquecen, que era cierta señal <strong>de</strong> que se per<strong>de</strong>ría presto<br />

aquel reino o monarquía; y daba por razón que enriquecer el<br />

ministro era regularmente con <strong>de</strong>trimento <strong>de</strong> la justicia, y en<br />

enfermando ésta se perdía aquélla; porque corrompida la justicia,<br />

todas las <strong>de</strong>más virtu<strong>de</strong>s políticas y morales adolecen, y <strong>de</strong> su<br />

mal resulta la muerte <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> la república, y <strong>de</strong> ésta la<br />

<strong>de</strong> la monarquía.<br />

Cuando una monarquía ha llegado a adolecer gravemente, los<br />

remedios y los medios para su reparo no se han <strong>de</strong> aplicar por las<br />

manos <strong>de</strong> aquellos con cuyo gobierno enfermó, porque aunque<br />

pudieron tener buenos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> acertar, se ha visto por los<br />

efectos que no tomaron bien el pulso a la enferma ni conocieron

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