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La imagen convencional <strong>de</strong>l erudito chino (un cliché popularizado principalmente por el<br />
teatro y las obras <strong>de</strong> ficción <strong>de</strong> las dinastías Ming y Qing) habitualmente <strong>de</strong>scribían una<br />
criatura refinada, frágil y etérea, cuyos únicos ejercicios manuales se limitaban a manejar<br />
<strong>de</strong>licados pinceles para escribir y abanicos <strong>de</strong> papel; que vivían entre libros; que se<br />
abstenían <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s fuera <strong>de</strong> la casa y que <strong>de</strong>testaban los ejercicios rudos y violentos.<br />
Des<strong>de</strong> esta perspectiva, la propuesta aventurera <strong>de</strong> <strong>Confucio</strong> fue consi<strong>de</strong>rada forzosamente<br />
como una broma absurda, que sólo un personaje tan loco como Zilu podía tomar en serio.<br />
En realidad, el estereotipo que reducía a los eruditos a figuras débiles no sólo era<br />
inexacto (los mismos requisitos <strong>de</strong> su carrera en el funcionariado siempre obligaba a los<br />
intelectuales chinos a pasar parte <strong>de</strong> su vida en largos viajes difíciles y azarosos, ya que eran<br />
trasladados <strong>de</strong> un puesto a otro a lo largo <strong>de</strong> un enorme imperio), sino que también ignoraba<br />
una evolución histórica: al menos hasta el periodo Tang, fue frecuente para los eruditos,<br />
escritores, poetas y artistas ser también buenos jinetes y espadachines, cuando no, por<br />
añadidura, gran<strong>de</strong>s bebedores y luchadores. Cuando se retroce<strong>de</strong> en el tiempo, este aspecto<br />
«épico» <strong>de</strong> la persona [sic] china se hace todavía más pronunciado: en los primeros tiempos,<br />
la práctica <strong>de</strong> los <strong>de</strong>portes y el entrenamiento en las artes marciales formaba parte obligatoria<br />
<strong>de</strong> la educación <strong>de</strong> un caballero (es revelador a este respecto señalar que, en tiempos <strong>de</strong><br />
<strong>Confucio</strong>, las Seis Artes, liu yi, que posteriormente llegó a significar simplemente el estudio<br />
<strong>de</strong> los Seis Clásicos, todavía comprendían el tiro con arco y la conducción <strong>de</strong> carros, en pie<br />
<strong>de</strong> igualdad con los ritos, la música, la escritura y la aritmética). ¡Todavía está por escribir la<br />
historia <strong>de</strong> los cambios <strong>de</strong> la sensibilidad china!<br />
Otro factor que ha impedido a la mayoría <strong>de</strong> los comentaristas —y, a su vez, a todos los<br />
traductores—contemplar siquiera en este caso que <strong>Confucio</strong> pueda no estar hablando en<br />
broma es la indiferencia y la ignorancia que posteriormente llegó a eliminar todo recuerdo <strong>de</strong><br />
las asombrosas hazañas <strong>de</strong> la primitiva navegación y tecnología náutica chinas. Así pues, en<br />
la mente <strong>de</strong> los lectores posteriores, la balsa que <strong>Confucio</strong> mencionaba aquí sólo podía<br />
evocar una especie <strong>de</strong> miserable armatoste improvisado para una emergencia,<br />
<strong>de</strong>sesperadamente a la <strong>de</strong>riva y fuera <strong>de</strong> control y zaran<strong>de</strong>ado a merced <strong>de</strong> las olas. Lo que<br />
esos lectores han olvidado es que la ingeniería náutica había tenido ya en China una larga y<br />
extraordinaria historia. De hecho, las embarcaciones <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s navegantes<br />
occi<strong>de</strong>ntales, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Colón y Magallanes hasta Drake, Cook y Bougainville, eran totalmente<br />
primitivas en comparación con sus pre<strong>de</strong>cesores chinos <strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> las dinastías Song<br />
y Ming. De hecho, antes <strong>de</strong> la aparición <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s embarcaciones con aparejo <strong>de</strong> cruz y<br />
velamen <strong>de</strong>l siglo XIX y los gran<strong>de</strong>s buques <strong>de</strong> acero <strong>de</strong> Laeisz y Erikson, ningún otro velero<br />
occi<strong>de</strong>ntal podría haber competido en velocidad y tamaño con los primitivos juncos chinos<br />
que cruzaban el océano. Estos juncos procedían por su parte <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s balsas —como<br />
la mencionada por <strong>Confucio</strong>—, que, según las investigaciones actuales, podrían haber<br />
logrado alcanzar el continente americano muchos siglos antes <strong>de</strong> la época <strong>de</strong> <strong>Confucio</strong>.<br />
En el capítulo fascinante que <strong>de</strong>dicó a la tecnología náutica <strong>de</strong> la antigua China, Joseph<br />
Needham comentó este mismo pasaje:<br />
«Suspirando ante la renuencia <strong>de</strong> sus contemporáneos a aceptar sus enseñanzas éticas y<br />
sociales, el Maestro dijo que se embarcaría en una pequeña balsa <strong>de</strong> vela (fu) y visitaría los Nueve<br />
Pueblos Bárbaros, con la esperanza <strong>de</strong> encontrar mejores oyentes. La parte referente a los<br />
bárbaros fue añadida por los últimos estudiosos, como, por ejemplo, en Shuo Wen. En su<br />
traducción, el gran Legge hizo que <strong>Confucio</strong> pretendiera embarcarse en una balsa y echarse al mar<br />
a la <strong>de</strong>riva y sin propósito alguno. Sin duda, <strong>de</strong>sconocía la existencia <strong>de</strong> excelentes balsas para<br />
navegar a vela, pero daba pena generar aún otra i<strong>de</strong>a occi<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> China innecesariamente fatua.<br />
De hecho, la imagen <strong>de</strong> la alta vela a tercio y <strong>de</strong>l sabio <strong>de</strong>safiando las olas <strong>de</strong> un mar agitado para