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Analectas de Confucio - Laicos

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suspendía todas sus activida<strong>de</strong>s habituales e incluso abandonaba su casa y se trasladaba a<br />

una cabaña construida para la ocasión cerca <strong>de</strong> la tumba <strong>de</strong> los padres. La obligación <strong>de</strong><br />

observar un largo retiro a la muerte <strong>de</strong>l padre o <strong>de</strong> la madre permaneció vigente para la elite<br />

gobernante durante toda la historia <strong>de</strong> la China imperial. Dicho sea <strong>de</strong> paso, esta costumbre<br />

tuvo un efecto benéfico en la cultura china: los miembros <strong>de</strong>l estamento intelectual, liberados<br />

así <strong>de</strong> repente a mitad <strong>de</strong> su carrera <strong>de</strong> las muchas preocupaciones <strong>de</strong>l gobierno y <strong>de</strong> la<br />

política, con frecuencia se aprovechaban <strong>de</strong> estas «retiradas sabáticas» obligatorias para<br />

cultivar a voluntad, y con mucho fruto, sus activida<strong>de</strong>s filosóficas, literarias y artísticas.<br />

Una nueva lumbre: se utilizaba ritualmente otra variedad <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra para alumbrar el<br />

nuevo fuego a la llegada <strong>de</strong> cada estación.<br />

Trascurrido sólo un año: estas cuatro palabras no se encuentran en el texto original.<br />

17.22. Ajedrez: en chino, bo yi, que significa, bien «jugar al ajedrez» o «el juego <strong>de</strong> bo y<br />

el juego <strong>de</strong> yi» (el primero era un juego <strong>de</strong> dados, cuyas reglas ya no se conocen). El ajedrez<br />

al que se refiere <strong>Confucio</strong> aquí (yi) no es, por supuesto, el juego persa que se ha extendido<br />

en todo el mundo, y <strong>de</strong>l que una variante se introdujo posteriormente en China, llamada hoy<br />

día xiang qi. Ti (en chino mo<strong>de</strong>rno wei qi) se pronuncia en japonés go; bajo este último<br />

nombre ha empezado a popularizarse en Occi<strong>de</strong>nte.<br />

17.23. Un hombre <strong>de</strong>l vulgo que es valiente, pero no justo, pue<strong>de</strong> convertirse en un<br />

bandido: Tomás Moro expresó una i<strong>de</strong>a parecida: «El latrocinio le llega más fácil a un<br />

hombre arrojado.» (Utopía, libro I.)<br />

17.25. Las mujeres y los subordinados: literalmente, «mujeres y hombres <strong>de</strong>l vulgo».<br />

Contrariamente a lo que se ha supuesto a menudo erróneamente, <strong>Confucio</strong> no está haciendo<br />

aquí una afirmación universal que equipararía en la misma categoría a las mujeres y a los<br />

«hombres <strong>de</strong>l vulgo». En realidad, el mismo término utilizado en el texto original (yang,<br />

traducido como «manejar» significa literalmente «educar», «alimentar», «conservar»,<br />

«mantener», «nutrir») indica aquí que la observación <strong>de</strong> <strong>Confucio</strong> se encuadraba<br />

simplemente en el reducido y específico contexto <strong>de</strong>l hogar. Para el cabeza <strong>de</strong> un gran clan<br />

familiar reunido en el mismo recinto, las relaciones con los miembros femeninos <strong>de</strong>l hogar y<br />

con el personal doméstico les planteaba <strong>de</strong>licados problemas <strong>de</strong> relación y autoridad.<br />

Ahora bien, ¿cuál era la actitud <strong>de</strong> <strong>Confucio</strong> hacia las mujeres? De este pasaje no es<br />

posible extraer ninguna conclusión que abarque la cuestión <strong>de</strong> las mujeres en general, y no<br />

pue<strong>de</strong>n encontrarse otras claves sobre este tema en las <strong>Analectas</strong>. Aunque sería injusto<br />

acusar a <strong>Confucio</strong> <strong>de</strong> tener prejuicios basándose en esta única sentencia (que, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su<br />

contexto particular, ofrece una observación sensata y psicológicamente perspicaz), sería<br />

también una torpeza esperar que <strong>Confucio</strong> hubiera podido en su visión <strong>de</strong> las mujeres<br />

apartarse significativamente <strong>de</strong> la mentalidad <strong>de</strong> su época. El gran experto en la época<br />

clásica, Paul Veyne, en un reciente resumen <strong>de</strong> sus experiencias como historiador <strong>de</strong> la<br />

Roma antigua, nos recordaba con fuerza que las creencias fundamentales <strong>de</strong> cada época —<br />

aquellas que habitualmente quedan sin ser expresadas— nunca son <strong>de</strong>safiadas en su<br />

tiempo, ya que parecen probarse a sí mismas, y nadie percibe que son meras hipótesis; así,<br />

por ejemplo, la institución <strong>de</strong> la esclavitud no fue cuestionada en la Antigüedad, ni siquiera

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