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Musica para camaleones

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era maestra desde que terminó la universidad. Con su inteligencia, su carácter y<br />

refinamiento, era sorprendente que no hubiera buscado un auditorio más vasto <strong>para</strong> sus<br />

habilidades que un aula llena de niños de seis años. "No", me dijo, "soy muy feliz. Hago<br />

lo que me gusta, enseñar en primer grado. Me gusta estar allí, donde comienzan. Y en<br />

primer grado enseño todas las materias. Y eso incluye modales. Los modales son muy<br />

importantes. Muy pocos niños los aprenden en su casa".<br />

La vieja casa, de construcción irregular, que compartían las hermanas y que habían<br />

heredado, reflejaba, en su tranquilidad y tibio confort, con sus civilizados colores lisos y<br />

sus "toques" atmosféricos, la personalidad de la más joven de las hermanas, pues Mrs.<br />

Connor, si bien era agradable, carecía de la visión selectiva de Adelaide Mason, de su<br />

imaginación. La sala, casi toda azul y blanca, estaba llena de plantas floridas y contenía<br />

una inmensa pajarera victoriana, en la que vivían una media docena de canarios<br />

cantores. El comedor era amarillo, blanco y verde, con piso de madera de pino, sin<br />

alfombras, lustrado como un espejo. Un fuego de leños ardía en el hogar. Las dotes de<br />

Miss Mason eran mayores aún de lo que sostenía Jake. Sirvió un guisado irlandés<br />

extraordinario, y una maravillosa tarta de pasas y manzanas. Para beber vino blanco,<br />

vino tinto y champagne. El marido de Mrs. Connor la había dejado en buena posición.<br />

Fue durante la comida que mi impresión original de nuestra anfitriona más joven<br />

empezó a cambiar. Sí, era evidente que existía un entendimiento entre Jake y esta dama.<br />

Eran amantes. Observándola más atentamente, viéndola, como si fuera, por los ojos de<br />

Jake, empecé a apreciar su interés, innegablemente sensual. Era cierto que su rostro<br />

tenía defectos, pero su figura, en el ajustado vestido de jersey gris, era adecuada, lucía<br />

bastante bien, en realidad, y ella actuaba como si fuera sensacional, una rival de la<br />

estrella de cine más atractiva. El balanceo de sus caderas, el movimiento suelto de sus<br />

pechos como frutas, su voz de contralto, la fragilidad de sus gestos, todo era muy<br />

seductor, muy femenino sin ser afeminado. Su poder residía en su actitud: se<br />

comportaba como si creyera que era irresistible, y fueran cuales fuesen sus<br />

oportunidades, el estilo de la mujer implicaba una historia erótica completa, incluso con<br />

notas al pie de página. Al terminar la comida, Jake la miró como si quisiera llevarla<br />

directamente al dormitorio: la tensión entre ellos era tan fuerte como el alambre de<br />

acero que había decapitado a Clem Anderson. Sin embargo, Pepper desenvolvió un<br />

cigarro, que Miss Mason encendió. Me reí.<br />

JAKE: ¿Eh<br />

TC: Es como una novela de Edith Wharton, La casa de la alegría, donde las damas<br />

no hacen más que encender los cigarros de los caballeros.<br />

MRS. CONNOR (a la defensiva): Es la costumbre local. Mi madre siempre encendía<br />

los cigarros de mi padre. Aunque le disgustaba el aroma. ¿No es verdad Addie<br />

ADDIE: Sí, Marylee. Jake, ¿quieres más café<br />

JAKE: Quédate quieta Addie. No quiero nada. Fue una comida maravillosa, y es<br />

hora de que te tranquilices. ¿Addie ¿Qué te parece el aroma<br />

ADDIE (casi ruborizándose): Me gusta el aroma de un buen cigarro. Si fumara,<br />

elegiría cigarros.<br />

JAKE: Addie, volvamos al Día de Acción de Gracias pasado. Estábamos sentados<br />

como ahora.<br />

ADDIE: ¿Y te mostré el féretro<br />

JAKE: Quiero que cuentes la historia a mi amigo. Tal como me la contaste a mí.<br />

MRS. CONNOR (echando hacia atrás la silla): ¡Por favor! ¿Debemos hablar de eso<br />

¡Siempre! ¡Siempre! Tengo pesadillas.<br />

ADDIE (levantándose, abrazando a su hermana): Está bien Marylee. No hablaremos<br />

del asunto. Iremos a la sala y puedes tocar el piano <strong>para</strong> nosotros.

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