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De lo contrario, observo y me imagino lo que dicen. Si escucho, me duermo. Cuando<br />
imagino, me mantengo despierta. Y debo mantenerme despierta, por lo menos hasta la<br />
medianoche. De lo contrario, no duermo nada. ¿Dónde vive<br />
TC: En Nueva York, la mayor parte del tiempo.<br />
JUANITA QUINN: Nosotros solíamos ir a Nueva York todos los años, o año por<br />
medio. El Rainbow Room: ¡Qué vista maravillosa! Pero ya no sería divertido. Nada es<br />
divertido. Mi marido dice que usted es un viejo amigo de Jake Pepper.<br />
TC: Hace diez años que lo conozco.<br />
JUANITA QUINN: ¿Por qué supone que mi marido tiene algo que ver con todo esto<br />
TC: ¿Con todo esto<br />
JUANITA QUINN (sorprendida): Debe de haber oído algo. ¿Por qué piensa Jake<br />
Pepper que mi marido está implicado<br />
TC: ¿Jake Pepper piensa que su marido está implicado<br />
JUANITA QUINN: Eso dicen algunos. Mi hermana me dijo...<br />
TC: Usted, ¿qué piensa<br />
JUANITA QUINN (levantando a su chihuahua y apretándolo contra el pecho): Siento<br />
lástima por Jake. Debe sentirse solo. Y está equivocado: aquí no hay nada. Todo debería<br />
olvidarse. Debería volver a su casa. (Con los ojos cerrados, totalmente fatigada.) Ah,<br />
¿quién sabe ¿A quién le importa A mí no. A mí lo, dijo la Araña a la Mosca. A mi no.<br />
Más allá, hubo una conmoción en la mesa de ajedrez. Quinn, celebrando una<br />
victoria sobre Jake, se felicitaba a gritos:<br />
"¡Magnífico! Pensé que me tenía atrapado. Pero no bien movió la reina, se<br />
embromó el gran Pepper!". Su voz ronca de barítono resonaba en el recinto abovedado<br />
con el brío de un cantor de ópera. "Ahora usted, joven", me gritó. "Necesito otra partida.<br />
Un auténtico desafío. Este viejo Pepper no me llega a la suela de las botas." Empecé a<br />
excusarme, pues la perspectiva de una partida de ajedrez con Quinn era a la vez<br />
intimidante y aburrida. Me hubiera sentido de otra manera de pensar que podía<br />
derrotarlo, de invadir con éxito esa ciudadela de vanidad. En una oportunidad había<br />
ganado un campeonato de ajedrez en la pre<strong>para</strong>toria, pero hacía siglos de eso. Mi<br />
conocimiento del juego estaba ya alojado en algún desván de la mente. Sin embargo,<br />
cuando Jake me hizo una seña, se puso de pie y me ofreció su silla, accedí, y<br />
abandonando a Juanita Quinn a las oscilaciones de su pantalla de televisión, me senté<br />
enfrente de su marido. Jake se ubicó detrás de mi silla: una presencia alentadora. Pero<br />
Quinn, valorando mi vacilación, la indecisión de mis movimientos iniciales, me desechó<br />
como presa fácil, y reanudó una conversación que había mantenido con Jake, al parecer<br />
acerca de cámaras y fotografía.<br />
QUINN: Las Kraut son buenas. Yo siempre he tenido cámaras Kraut. Leica.<br />
Rolliflex. Pero los japoneses se están rompiendo el culo. Compré una cámara japonesa<br />
nueva, del tamaño de un mazo de naipes, que saca quinientas fotos con un solo rollo de<br />
película.<br />
TC: Conozco esa cámara. He trabajado con un montón de fotógrafos, y la he visto<br />
usar. Richard Avedon tiene una. Dice que no es buena.<br />
QUINN: Para decir la verdad, todavía no he usado la mía. Espero que su amigo esté<br />
equivocado. Podría haber comprado un toro campeón con lo que me costó esa<br />
chuchería.<br />
(Sentí de repente los dedos de Jake que me apretaban el hombro con urgencia, e<br />
interpreté que quería que siguiera con el tema.)<br />
TC: ¿Es su hobby, la fotografía<br />
QUINN: Oh, va y viene. De vez en cuando. Empezó cuando me cansé de que los<br />
llamados profesionales sacaran fotos de mis campeones. Eran fotos que necesitaba