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Musica para camaleones

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15 de febrero de 1976. Llamé a Jake, y me confesó que sí que él me había mandado<br />

una tarjeta. Le dije que estaría borracho. Él dijo: "Sí".<br />

20 de abril de 1976: Una breve misiva de Jake escrita en papel del motel Prairie:<br />

Hace dos días que estoy aquí, escuchando chismes, casi todos del café Okay. El jefe<br />

de correos sigue en Honolulú. Juanita Quinn tuvo un ataque bastante fuerte. Me gusta<br />

Juanita, de modo que lo sentí. Su marido sigue tan fuerte como un toro. Así me gusta.<br />

No quiero que le pase nada a Quinn hasta que yo le aseste el golpe final. El<br />

Departamento habrá olvidado el asunto, pero yo no. Nunca me olvidaré. Cordialmente...<br />

10 de julio de 1976: Llamé a Jake anoche, pues hacía más de dos meses que no<br />

tenía noticias suyas. El hombre con quien hablé es una nueva persona o más bien, el<br />

viejo Jake Pepper, vigoroso, optimista, como si por fin hubiera emergido de un sopor<br />

alcohólico, con los músculos descansados, listos <strong>para</strong> actuar. Me enteré rápidamente de<br />

lo que lo había despertado: "Tengo un gran caso. Una maravilla". Si bien el caso<br />

contenía un elemento intrigante era, por otra parte, un asesinato común y corriente, o así<br />

me pareció a mí. Un hombre joven, de veintidós años, vivía solo en una granja modesta,<br />

con un abuelo anciano. Esa primavera el nieto mató al anciano <strong>para</strong> heredar la<br />

propiedad y robar el dinero que la víctima, un viejo avaro, había escondido en el<br />

colchón. Los vecinos se dieron cuenta de la desaparición del granjero y vieron que el<br />

joven se había comprado un auto flamante. Notificaron a la policía, y pronto se<br />

descubrió que el nieto, que no podía explicar la repentina y total desaparición de su<br />

pariente, había comprado el auto en efectivo, con billetes viejos. El sospechoso no<br />

admitía ni negaba haber matado a su abuelo, aunque las autoridades estaban seguras de<br />

que era culpable. La dificultad era que no se encontraba el cadáver. Sin el cuerpo, no<br />

podían arrestarlo. Por más que buscaban, la víctima seguía sin aparecer. La policía local<br />

pidió ayuda al Departamento de Investigaciones del Estado, y designaron a Jake <strong>para</strong><br />

que se ocu<strong>para</strong> del caso. "Es fascinante. El chico es tan inteligente como el diablo. No<br />

sé qué le hizo al viejo, pero sí que es algo diabólico. Y si no encontramos el cuerpo,<br />

seguirá libre de culpa y cargo. Pero estoy seguro de que está en alguna parte de la<br />

granja. Sé, instintivamente, que cortó al abuelo en pedacitos y enterró las partes en<br />

distintos lugares. No necesito más que la cabeza. La encontraré aunque tenga que arar la<br />

granja entera. Hectárea por hectárea. Centímetro por centímetro". Después de cortar,<br />

sentí enojo, y celos, no un simple ataque, sino verdadera furia, como si me hubiera<br />

enterado de la traición de un amante. En verdad, no quiero que Jake esté interesado en<br />

ningún otro caso, sino en el que me interesa a mí.<br />

20 de julio de 1976: Un telegrama de Jake: Tengo cabeza una mano dos pies punto<br />

me voy de pesca Jake. ¿Por qué me habrá enviado un telegrama, en lugar de llamarme<br />

por teléfono ¿Se imaginará que me agravia su éxito Estoy contento, porque sé que su<br />

orgullo ha sido parcialmente re<strong>para</strong>do. Espero que haya ido a pescar cerca del río Azul,<br />

nada más.<br />

22 de julio de 1976: Escribí una carta de felicitación a Jake y le dije que me voy al<br />

extranjero por tres meses.<br />

20 de diciembre de 1976: Una tarjeta de Navidad de Sarasota: "Si alguna vez anda<br />

por aquí, venga por favor a visitarme. Dios lo bendiga. Marylee Connor".<br />

22 de febrero de 1977: Una nota de Marylee:"Sigo suscripta al diario local de mi<br />

ciudad, y he pensado que el recorte que acompaño podría interesarle. He escrito a su<br />

esposo. Me envió una carta tan hermosa <strong>para</strong> el accidente de Addie". El recorte era la<br />

necrología de Juanita Quinn. Había muerto mientras dormía. Sorprendentemente, no<br />

hubo funeral ni entierro porque la muerta había pedido que la cremaran y esparcieran<br />

sus cenizas en el río Azul.

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