CEPAL – Colección Documentos de proyectosAlianzas público-privadas para una nueva visión estratégica del desarrolloB. Los tres pilares1. Es esencial adoptar una visión estratégica nacional proactiva amediano y largo plazoEl primero de los “Primeros principios” analizado señala que un país tiene que adoptar una visiónestratégica orientada hacia el futuro, con ambiciones a mediano y largo plazo, no solo sobre lamanera en que ha de competir, sino también sobre el modo de lograr mejoras paulatinas paraaproximarse a la frontera tecnológica en que se encuentran los países de altos ingresos. Ello requiereuna estrategia que se proyecte en forma ambiciosa, pero realista, hacia la meta de subir en la escalade la producción mundial promoviendo un proceso de formación de capacidad, acumulación deconocimientos, aprendizaje e innovación. Hemos señalado que las fallas del mercado, los obstáculosinstitucionales, barreras de actitudes, tales como sesgos de statu quo, entre otros factores, hacenimprobable que, en forma sistémica, las fuerzas del mercado orienten por sí solas un proceso deequiparación. En realidad, cabe incluso la posibilidad de que encierren a los países en los confinesde una ventaja comparativa de bajo nivel.Aunque se trata de un tema que desde el comienzo del capitalismo da lugar a un debateacalorado y no resuelto, concluimos, al igual que otros autores, que en la práctica son pocos lospaíses que han logrado la equiparación sin utilizar políticas industriales que constituyen un aspectomedular de las estrategias de transformación económica de mediano y largo plazo. Esas estrategias,expresas o tácitas, en general se caracterizan por objetivos focalizados y selectividad, y se han idoincorporando a la mayoría de los procesos históricos de equiparación 152 . En el grupo de casos deéxito que consideramos los países de mejor desempeño han utilizado estrategias basadas en políticasindustriales, algunas enunciadas en planes nacionales formales. En todos ellos la integraciónproactiva con la economía mundial ha sido un objetivo, pero con diferencias pronunciadas en cuantoa ubicación en el tiempo, velocidad y modalidades. Los países de mejor desempeño han basado suestrategia de articulación con la economía mundial más en un pragmatismo y eclecticismo orientadoa la realidad local que en fórmulas convencionales extraídas de textos de economía. Además, laspolíticas industriales se han basado en gran medida en la motivación del desarrollo de la exportaciónpara estimular la diversificación y el mejoramiento del aparato productivo interno y el crecimiento.Rigurosos análisis empíricos no han llevado a conclusiones terminantes sobre el impacto de laspolíticas industriales en los casos exitosos de equiparación de Asia oriental. Ello no es sorprendente,dadas las numerosas dificultades técnicas que implica la evaluación del impacto de determinadoincentivo preciso de política industrial (PI) a nivel básico, para no mencionar políticas industriales enmás altos niveles de agregación y entre diferentes países, lo que suele ser la perspectiva metodológica.Pero a este respecto es incuestionable la asociación entre la PI y una exitosa transformación económica,que se documenta en algunos estudios de caso generales pioneros que se mencionan en el capítuloII. Además, cuando la PI ha estado vinculada con casos de fracaso económico, como en efecto hasucedido, es relativamente fácil imputar ese hecho a errores de diseño o de ejecución, más que a la PIpropiamente tal. Al mismo tiempo, los intentos de demostrar que los países de Asia oriental exitososrespetaron básicamente los principios neoclásicos, es, como mínimo, una exageración, salvo en elcaso de Hong Kong.Nosotros (y otros autores) opinamos que pocos de los argumentos contrarios a la políticaindustrial (expuestos en el capítulo II) son convincentes. El único realmente contundente es que la PIrequiere en el Estado una capacidad de la que quizá no dispongan inicialmente muchos gobiernos.No obstante, el consenso de Washington ha recomendado políticas selectivas en muchos ámbitossociales complejos, y ha recomendado a los gobiernos crear suficiente capacidad en el Estado paraesos fines, con asistencia de los organismos multilaterales. Creemos que la experiencia y la lógicason suficientemente persuasivas en el sentido de que América Latina debería “apostar” a políticas152Cuanto más se acercan los países a la frontera tecnológica tanto más difusas y sutiles se vuelven sus políticasindustriales. No obstante, rara vez desaparecen por completo, como se ve en muchos países desarrollados175
CEPAL – Colección Documentos de proyectosAlianzas público-privadas para una nueva visión estratégica del desarrolloindustriales sujetas a ciertas condiciones por lo que lo fundamental a nuestro juicio no es si AméricaLatina debería ejecutar una PI, sino de cómo hacerlo eficazmente.América Latina practicó afanosamente los principios del consenso de Washington. Noobstante, quedó a la zaga o flaqueó en la carrera hacia la convergencia de ingresos con países ricos, entanto que otros países menos fieles a la ortodoxia de dicho consenso lograron tener éxito al respecto.Ello ha aumentado el interés que despiertan las estrategias de transformación económica respaldadaspor políticas industriales. El enfoque de la PI está recuperando rápidamente su posición central enpolíticas de desarrollo, tras haber sido considerada como el gran culpable en la era de Reagan yThatcher y del consenso de Washington, su vástago ideológico. En realidad nunca desapareció enla región, pero bajo el peso de la ideología neoliberal dominante, en gran medida careció de unenfoque estratégico, y fue, por lo tanto, esporádica e incoherente 153 . La nueva PI de la región enmuchos casos se viene manifestando como respuesta al surgimiento de estrategias de competitividad,frecuentemente motivadas por el modelo de crecimiento liderado por exportaciones y por el desafíoque representaba la firma de acuerdos de zonas de libre comercio Norte-Sur 154 . Algunos países,muchos de ellos centroamericanos, procuran, fundamentalmente, mejorar la competitividad y losconglomerados existentes (en la jerga actual, una PI “en pequeño”) 155 . Otros, en forma modesta (comoColombia y Chile), o en escala muy ambiciosa (como el Brasil), combinan una PI “en pequeño” conestrategias destinadas a crear nuevas ventajas comparativas (una PI “en grande”).No obstante, en la parte II vimos que en muchos casos las nuevas estrategias aplicadas enla región no siempre son suficientemente operativas, tratándose tan solo de enunciados genéricos deaspiraciones con escasa orientación precisa sobre lo que debe hacerse, cómo debe hacerse y quién hade hacerlo. También vimos que en algunas estrategias las prioridades son tantas que en definitiva noexiste un orden de prelación estratégica, o tan siquiera, indicios de una secuencia. En otros casos hayincertidumbre acerca de la asignación de los recursos, lo que hace dudar de que estos hayan de llegar,en suficiente medida, a los ámbitos estratégicos señalados. Incertidumbre también de si la estrategiaserá, como a menudo ha sucedido, tan solo un trozo de papel utilizado por motivos políticos de cortoplazo, y de si existirá continuidad y la determinación de aplicar la estrategia de un ciclo político aotro. En cuanto al diseño actual de la estrategia, en los casos que examinamos, el Brasil y Colombia,aunque no exentos de dificultades, parecen ser los más avanzados y menos afectados por esos y otrosproblemas que expusimos en el capítulo VI al referirnos a las estrategias de transformación productivaque están surgiendo en la regiónLos planes nacionales fueron en una época comunes en América Latina, pero cayeronen desuso con la crisis de la deuda y la pérdida de legitimidad política de la estrategia deindustrialización mediante sustitución de importaciones. Unos pocos países, como Colombia yCosta Rica, aunque afectados por algunos de los problemas arriba mencionados, persistieron enla labor de planificación. Creemos que en países que distan mucho de haber alcanzado la fronteratecnológica, como los de América Latina, restablecer una planificación nacional plurianual formal,e identificarse seriamente con ella, podría constituir un instrumento valioso para una transformaciónproductiva. Los planes obligarían a adoptar una línea de pensamiento prospectiva y constituirían uninstrumento de coordinación para el gobierno y de responsabilidad de este en la asignación de susrecursos. Podrían ser indicativos, pero en la esfera operativa específicos y adaptados anualmentea nuevas realidades, o consistir en directrices más amplias, como en Finlandia, en que se delegaen organismos ejecutores la potestad de interpretar la ejecución, pero se les hace responsablesante los ministerios competentes y ante el propio Consejo que prepara las directrices trienales.Naturalmente, tendría que existir también algún mecanismo que fiscalice la observancia del plan en153La política en muchos casos ha sido una respuesta a algún grupo de intereses. Además, la inercia ha llevado a lasuperposición de distintas capas de PI en diferentes niveles de gobierno, creándose así un “parque arqueológico” deincentivos, muchos incompatibles entre sí o con la transformación económica.154Con la ironía de que los acuerdos de libre comercio Norte-Sur tienden a reducir el espacio para impulsar políticasindustriales.155Kurtz y Brooks (2008) denominaron a esas intervenciones de oferta en que el Estado hace de intermediario como untipo menos ortodoxo de “neoliberalismo incorporado”.176