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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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Capítulo IV<br />

Creo que naciste en nuestra región —dijo—. Entonces tal vez habrás oído hablar alguna vez de una<br />

antigua y curiosa profecía sobre nuestra familia, que aún se conserva entre las tradiciones de la Abadía<br />

de Wincot, ¿verdad?<br />

—Oí hablar de la profecía —contesté—. Pero nunca supe en qué términos estaba expresada.<br />

Predecía la extinción de tu familia, o algo así, ¿verdad?<br />

—Ninguna investigación —siguió— ha logrado llegar al momento en que la profecía se hizo por<br />

vez primera; ninguno de nuestros archivos familiares nos cuenta algo sobre su origen. Los sirvientes y<br />

arrendatarios ya ancianos de nuestra propiedad recuerdan haberla oído de labios de sus padres y<br />

abuelos. Los monjes, a quienes sucedimos en la Abadía en tiempos de Enrique VIII, llegaron a<br />

conocerla de algún modo; por mi parte descubrí los versos, en los que sabíamos que la profecía se había<br />

conservado desde época muy remota, escritos sobre una hoja en blanco de uno de los manuscritos de la<br />

Abadía. Estos son los versos, si es que puede llamárseles así:<br />

Cuando en la cripta de Wincot un sitio<br />

Espere a alguien de la estirpe de los Monkton;<br />

Cuando ese desamparado descanse<br />

Sin tumba bajo el cielo abierto,<br />

Sin un metro de tierra,<br />

Aunque dueño de acres desde la cuna…<br />

Esa será la señal segura<br />

Del fin <strong>del</strong> linaje de los Monkton.<br />

Menguando cada vez más rápido,<br />

Menguando hasta el último amo;<br />

De la percepción mortal, de la luz <strong>del</strong> día<br />

Se borrará la estirpe de los Monkton.<br />

—La predicción parece lo bastante imprecisa como para haber sido emitida por un oráculo antiguo<br />

—dije, al observar que él guardaba silencio después de repetir los versos, como esperando que yo<br />

comentara algo.<br />

—Incierta o no, se está cumpliendo —replicó—. Ahora soy «el último amo»: el último de esa línea<br />

mayor de nuestra familia a la que se refiere la profecía; y el cadáver de Stephen Monkton no está en la<br />

cripta de la Abadía de Wincot. ¡Espera antes de llevarme la contraria! Tengo algo más que decir sobre<br />

esto. Mucho antes de que la Abadía nos perteneciera, cuando vivíamos en la antigua mansión cercana a<br />

ella (de la que han desaparecido hace tiempo hasta las mismas ruinas), el cementerio de la familia estaba<br />

en la cripta bajo la capilla de la Abadía. En cuanto a si en esos tiempos remotos la predicción contra<br />

nosotros se conocía y se la temía o no, lo cierto es esto: todos los Monkton (ya vivieran en la Abadía o<br />

en la propiedad más pequeña de Escocia) eran enterrados en la cripta de Wincot, sin importar los riesgos<br />

o el sacrificio. En los días feroces de las luchas de los viejos tiempos, los cuerpos de mis antepasados<br />

que caían en lugares extranjeros eran recobrados y traídos otra vez a Wincot, aunque obtenerlos con

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