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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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Allal, atemorizado, abrió mucho los ojos y la boca. Estaba tan cerca que Allal arremetió contra él y le<br />

mordió la pierna. El niño salió corriendo como un loco hacia el grupo de hombres que estaban en la<br />

acequia.<br />

Allal continuó deprisa hacia la casa, sin mirar atrás hasta que llegó a la grieta entre los bloques de<br />

adobe. Varios hombres corrían hacia él por entre los árboles. Se deslizó velozmente al interior de la<br />

alcoba. El cuerpo cobrizo seguía tumbado junto a la puerta. Pero ya no había tiempo, y Allal necesitaba<br />

tiempo para volver a entrar en él, para tenderse junto a su cabeza y decirle: Ven acá.<br />

Mientras observaba el cuerpo inerte en el otro extremo <strong>del</strong> cuarto, hubo un violento aporreo en la<br />

puerta. El muchacho se puso de pie con el primer golpe, como si le hubieran tocado un resorte, y Allal<br />

vio con desaliento la expresión de perfecto espanto en su cara, los ojos desposeídos de inteligencia.<br />

Estaba de pie, jadeante, y apretaba los puños. La puerta se abrió y unos hombres se asomaron a mirar<br />

dentro. Entonces, con un bramido, el muchacho bajó la cabeza y se lanzó hacia a<strong>del</strong>ante para salir de la<br />

cabaña. Uno de los hombres alargó un brazo para detenerlo, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Un<br />

instante después todos se volvieron y empezaron a correr por el palmeral detrás de la figura desnuda.<br />

Aunque de vez en cuando lo perdían de vista, podían oír sus gritos, y entonces volvían a verlo,<br />

corriendo siempre por entre los troncos de las palmas. Tropezó finalmente y cayó de cara. Fue entonces<br />

cuando lo atraparon, lo ataron, cubrieron su desnudez y se lo llevaron, con la intención de mandarlo<br />

unos días más tarde al hospital de Berrechid.<br />

Aquella tarde el mismo grupo de hombres volvió a la casita para llevar a cabo la busca que habían<br />

querido hacer más temprano. Allal estaba dormitando en la alcoba. Cuando despertó, los hombres ya<br />

habían entrado. Se volvió para meterse por el agujero. Vio al hombre que aguardaba fuera, garrote en<br />

mano.<br />

Había contenido siempre la rabia en su corazón; en ese momento se desató. Como si su cuerpo<br />

hubiera sido un látigo, saltó para caer en medio <strong>del</strong> cuarto. Los hombres que tenía más cerca estaban de<br />

rodillas con las manos en el suelo, y Allal se dio el gusto de hundir los dientes en dos de ellos antes de<br />

que un tercero le cortara la cabeza con un hacha.

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