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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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El <strong>relato</strong> fantástico se encamina hacia su plena madurez cuando toma la senda de la ambigüedad<br />

como una forma superior de expresión literaria. Ahora bien, el decantado manejo <strong>del</strong> misterio permite<br />

diferentes aproximaciones. Por ejemplo, el dominio de la vaguedad por parte de la prolífica escritora<br />

victoriana Margaret Oliphant (1828-1897) se acerca siempre a un nivel cercano a la poesía. La<br />

atmósfera enigmática de su <strong>relato</strong> The Open Door (1882) proviene <strong>del</strong> hueco de una puerta en las ruinas<br />

de una antigua mansión abandonada desde donde se escuchan de vez en cuando tenues lamentos que<br />

hielan la sangre. En La ventana de la biblioteca (The Library Window, 1896), una simple ventana<br />

tapiada, con su marco y sus cristales pintados de negro, le sirve a la mujer que narra en primera persona<br />

la historia para contar cómo al atardecer ve una misteriosa habitación oculta tras la ventana pintada,<br />

cada vez con más detalles. Alejado de toda ambientación macabra, sin tintes románticos de ninguna<br />

clase, este <strong>relato</strong> utiliza a la perfección un elemento cotidiano cualquiera para describir los borrosos<br />

contornos que esconde todo hechizo, aunque Mrs. Oliphant, que deja este asunto abierto al juicio de<br />

cada lector, ya nos avise por boca de un personaje de que «la mirada es tan engañosa como el corazón».<br />

Otras veces, esta doble visión entre la versión subjetiva <strong>del</strong> protagonista y la interpretación dada por<br />

los demás personajes, ha sido utilizada como excusa para denunciar determinados problemas sociales de<br />

la época. Éste es el caso <strong>del</strong> <strong>relato</strong> de terror El empapelado amarillo (The Yellow Wallpaper), de la<br />

estadounidense Charlotte Perkins Gilman (1860-1935). Escrito a vuela pluma en el corto espacio de dos<br />

días —tras sufrir una terrible depresión, que fue empeorando debido en gran parte a la actitud poco<br />

empática de su médico y su marido— no sólo se trata de un soberbio cuento de miedo, sino a la vez de<br />

un precoz alegato feminista.<br />

Mención especial en todo este contexto merece el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873),<br />

por ser el escritor que realmente instauró los usos modernos <strong>del</strong> cuento de terror inaugurados por Poe.<br />

«El príncipe invisible», como le llamaban sus amigos por su carácter tímido y huidizo, pasó toda su vida<br />

voluntariamente recluido (sobre todo tras la muerte de su esposa), dedicado por entero a la lectura y al<br />

ejercicio de las letras. Sus dos grandes influjos, aparte de la novela histórica de Walter Scott, fueron el<br />

místico sueco Emanuel Swedenborg, con su vasta topología sobre el más allá, y el psicólogo y<br />

naturalista alemán Cari Gustav Carus, descubridor <strong>del</strong> inconsciente, cincuenta años antes que Freud. Sin<br />

embargo, el gran mérito de Sheridan Le Fanu consistió en haber despojado la ghost story moderna de<br />

todos los excesos <strong>del</strong> Romanticismo, al situarla en una realidad cotidiana descrita siempre con precisión<br />

y verosimilitud. «Nadie coloca la escena mejor que él —escribe M. R. James— (y) nadie utiliza con<br />

mayor destreza el efecto <strong>del</strong> detalle». Madam Crowl’s Ghost era su cuento preferido; y el que figura en<br />

esta antología, el predilecto de Henry James.<br />

En efecto, Henry James admiraba las historias de Le Fanu. En uno de sus cuentos, The Liar, le rinde<br />

homenaje cuando dice: «Acostumbraba a tener una novela <strong>del</strong> Sr. Le Fanu en la mesilla; la lectura ideal<br />

en una casa de campo para las horas posteriores a la medianoche». James debió haber escudriñado a<br />

fondo la obra de Le Fanu para estudiar las posibilidades literarias de los fantasmas. Pero James era una<br />

mente demasiado compleja como para tomar este reto al pie de la letra. Otra vuelta de tuerca (The Turn<br />

of the Screw) puede leerse como una ghost story, y al mismo tiempo como una historia sin fantasmas.<br />

En realidad, no es ni una cosa ni la otra, sino ambas a la vez. Todo depende <strong>del</strong> punto de vista, y el de<br />

James siempre es múltiple y complejo. Sus fantasmas no cobran fuerza ni entidad por lo que se supone<br />

que son o pueden ser, sino por la manera en que impregnan todo el <strong>relato</strong> y van adueñándose de las

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