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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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Encuentro, como profetizaste, mucho de interesante, pero poco de utilidad para la cuestión <strong>del</strong>icada<br />

—la posibilidad de publicación—. Los diarios de esta mujer son menos sistemáticos de lo que yo<br />

esperaba; no tenía más que la bendita costumbre de anotar y narrar. Resumía, guardaba; parece como si<br />

pocas veces dejara pasar una buena historia sin atraparla al vuelo. Me refiero, claro está, más que a las<br />

cosas que oía, a las que veía y sentía. Unas veces escribe sobre sí misma, otras sobre otros, otras sobre<br />

la combinación. Lo incluido bajo esta última rúbrica es lo que suele ser más gráfico. Pero, como<br />

comprenderás, no siempre lo más gráfico es lo más publicable. La verdad es que es tremendamente<br />

indiscreta, o por lo menos tiene todos los materiales que harían falta para que yo lo fuera. Observa como<br />

ejemplo este fragmento que te mando después de dividirlo, para tu comodidad, en varios capítulos<br />

cortos. Es el contenido de un cuaderno de pocas hojas que he hecho copiar, que tiene el valor de ser más<br />

o menos una cosa redonda, una suma inteligible. Es evidente que estas páginas datan de hace bastantes<br />

años. He leído con la mayor curiosidad lo que tan circunstanciadamente exponen, y he hecho todo lo<br />

posible por digerir el prodigio que dejan deducir. Serían cosas llamativas, ¿no es cierto?, para cualquier<br />

lector; pero ¿te imaginas siquiera que yo pusiera semejante documento a la vista <strong>del</strong> mundo, aunque ella<br />

misma, como si quisiera hacerle al mundo ese regalo, no diera a sus amigos nombres ni iniciales?<br />

¿Tienes tú alguna pista sobre su identidad? Le cedo la palabra.<br />

I<br />

Sé perfectamente, por supuesto, que yo me lo busqué; pero eso ni quita ni pone. Yo fui la primera<br />

persona que le habló de ella: ni tan siquiera la había oído nombrar. Aunque yo no hubiera hablado,<br />

alguien lo habría hecho por mí; después traté de consolarme con esa reflexión. Pero el consuelo que dan<br />

las reflexiones es poco: el único consuelo que cuenta en la vida es no haber hecho el tonto. Ésa es una<br />

bienaventuranza de la que yo, desde luego, nunca gozaré. «Pues deberías conocerla y comentarlo con<br />

ella», fue lo que le dije inmediatamente. «Sois almas gemelas». Le conté quién era, y le expliqué que<br />

eran almas gemelas porque, si él había tenido en su juventud una aventura extraña, ella había tenido la<br />

suya más o menos por la misma época. Era cosa bien sabida de sus amistades —cada dos por tres se le<br />

pedía que relatara el incidente—. Era encantadora, inteligente, guapa, desgraciada; pero, con todo eso,<br />

era a aquello a lo que en un principio había debido su celebridad.<br />

Tenía dieciocho años cuando, estando de viaje por no sé dónde con una tía suya, había tenido una<br />

visión de su padre en el momento de morir. Su padre estaba en Inglaterra, a una distancia de cientos de<br />

millas y, que ella supiera, ni muriéndose ni muerto. Ocurrió de día, en un museo de una gran ciudad<br />

extranjera. Ella había pasado sola, a<strong>del</strong>antándose a sus acompañantes, a una salita que contenía una obra<br />

de arte famosa, y que en aquel momento ocupaban otras dos personas. Una era un vigilante anciano; a la<br />

otra, antes de fijarse, la tomó por un desconocido, un turista. No fue consciente sino de que tenía la<br />

cabeza descubierta y estaba sentado en un banco. Pero en el instante en que puso los ojos en él vio con<br />

asombro a su padre, que, como si llevara esperándola mucho tiempo, la miraba con inusitada angustia y<br />

con una impaciencia que era casi un reproche. Ella corrió hacia él, gritando descompuesta: «¿Papá, qué<br />

te pasa?»; pero a esto siguió una demostración de sentimiento todavía más intenso al ver que ante ese<br />

movimiento su padre se desvanecía sin más, dejándola consternada entre el vigilante y sus parientes,<br />

que para entonces ya la habían seguido. Esas personas, el empleado, la tía, los primos, fueron pues, en

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