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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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Y su conciencia volvió al corazón de la caverna, a su oscuridad opaca y densa como la pez, y trató<br />

de percibir la eterna clepsidra <strong>del</strong> tiempo, porque quería volver a colocar su inmaterialidad en el tiempo,<br />

su conciencia y su cuerpo en el corazón <strong>del</strong> tiempo, quería volver atrás, a un tiempo anterior a este<br />

sueño y a esta caverna. Y recordó primero el dulce nombre de Frisca, porque ella habitaba sus sueños y<br />

su realidad, su corazón y el corazón <strong>del</strong> tiempo, el corazón <strong>del</strong> sueño y el corazón <strong>del</strong> despertar.<br />

Al principio no supo qué hacer, pues no quería despertar a sus compañeros de sueño, cansados y aún<br />

dormidos, cómplices de los mismos ensueños, así que sumergió su propia conciencia en el río <strong>del</strong><br />

tiempo, para separar el sueño de la realidad, para situarse, coa la ayuda de su conciencia y de sus<br />

recuerdos, y con la ayuda de su Señor, a quien dirigía su oración.<br />

Pero en su interior no había más que el recuerdo de su propio sueño y de su despertar, el de antes y<br />

el de ahora, en su interior aún no había más que una oscuridad absoluta, como antes de la creación,<br />

como antes de la vida, cuando el Señor aún no había desligado el sueño de la realidad, ni la realidad <strong>del</strong><br />

sueño.<br />

Y si no hubiese sido por la rosa prendida en su corazón, si no hubiese sido por el dulce nombre de<br />

Prisca, por su recuerdo que llevaba grabado en el cuerpo, si no hubiese sido por su presencia en su<br />

corazón, en su piel, en su conciencia, en sus entrañas vacías, seguramente aún no se habría despertado.<br />

4<br />

Porque ya no era la Prisca de antes, la Prisca <strong>del</strong> sueño anterior, aquella que había hallado ante la<br />

puerta de su sueño anterior, en el corazón de su anterior despertar. ¡Ay!, ya no era la misma Prisca, a<br />

quien se había prometido para la eternidad, ya no era su Prisca <strong>del</strong> sueño anterior y de la realidad<br />

anterior, ya no era, y que Dios le perdonara, la misma mujer, Prisca, la hija <strong>del</strong> rey Decio, enemigo <strong>del</strong><br />

cristianismo, no era el mismo sueño con la misma mujer, ya no era su Prisca que se había prometido a él<br />

para la eternidad, sino otra mujer con su mismo nombre y muy parecida a ella, pero no era la misma<br />

Prisca, aunque por su estatura se pareciera a ella; pero no, no era ella.<br />

E invocó el recuerdo vivo, dolorosamente vivo, de su imagen, la imagen de su Prisca, pero ahora<br />

aparecía la imagen de dos mujeres confundidas en una sola en el tiempo y en su memoria, y en ello ya<br />

no existían límites ni fronteras, porque estaban hechas <strong>del</strong> polvo y de las cenizas de dos recuerdos, <strong>del</strong><br />

barro de dos creaciones consecutivas, a las que el sueño había insuflado un alma, la suya.<br />

Y estas dos imágenes se condensaban en una sola en su conciencia, en su recuerdo, moldeaba el<br />

barro <strong>del</strong> que estaban hechas, y ya casi no podía distinguir a las dos mujeres, los dos sueños, sino sólo<br />

una, Prisca, la de los ojos almendrados, su Prisca, la de ahora y la de antes, y este recuerdo le dio la<br />

alegría y la fuerza suficientes para sacarle <strong>del</strong> sueño, pero no para poner en movimiento sus miembros<br />

entumecidos, pues se asustó de sus propios pensamientos en el momento de arrollar el hilo de sus<br />

recuerdos, de acordarse de todo lo sucedido antes de este sueño.<br />

5<br />

Y vio el resplandor de las antorchas prendidas sobre sus cabezas, como estrellas, bajo la bóveda de

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