22.03.2017 Views

(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

encorsetados y triviales de la clase media victoriana, son en gran parte satíricos y abundan en la<br />

crueldad humana. Sin embargo, gracias a su estilo elegante, lo atroz siempre resulta leve. Saki escribió<br />

pocos <strong>relato</strong>s sobrenaturales, y en todos ellos reina una perfecta ambigüedad. En Sredni Vashtar, el culto<br />

<strong>del</strong> niño hacia el hurón convierte en dios a este animal que le ayudará a vengarse de su estricta tutora,<br />

pero el lector también puede interpretar, como sugiere Borges, que la fuerza <strong>del</strong> animal procede <strong>del</strong><br />

niño, quien sin saberlo, sería realmente el dios. Su otro cuento famoso, El ventanal abierto (The Open<br />

Window), no es sobrenatural, pero juega a ello con tanta habilidad que acaba pareciéndolo. Saki murió<br />

de un disparo en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Un pitillo encendido en la noche acabó<br />

con su vida.<br />

Rudyard Kipling (1865-1936) sólo escribió poco más de una docena de cuentos de fantasmas. De su<br />

etapa india destacan The Phantom Rickshaw y At the End of the Passage. El primero trata sobre un<br />

hombre infiel embrujado por su amante muerta; el segundo es otra variante <strong>del</strong> tema <strong>del</strong> doble. Ambos<br />

sugieren la locura como explicación, pero todo queda a merced de las conclusiones que saque el lector.<br />

En su segunda etapa inglesa, Kipling depura con gran maestría sus argumentos. Quizás el más sutil y<br />

entrañable sea Ellos (They, 1904), escrito tras haber perdido a uno de sus hijos. Este <strong>relato</strong> narra sin<br />

ningún tipo de sentimentalismo ni ganas de asustar, la patética historia de una niña que vive sola con su<br />

viejo tío, quien le inculca la peregrina idea de que el carácter de una persona se desarrolla mejor en la<br />

soledad. En esa casa aislada, la niña juega con otros niños, sólo que ellos no pertenecen a este mundo.<br />

Con el tiempo su tío decide enviarla interna a un colegio, y al cabo de unas semanas comienza a sentir<br />

el mismo peso de la soledad que ha sentido su sobrina, y también acaba consolándose con la presencia<br />

de los niños fantasmas.<br />

En su breve biografía de Kipling, Alberto Manguel dedica un capítulo al daimon de Kipling, quien<br />

creía desde su adolescencia que la inspiración de los escritores provenía de una especie de voz interior<br />

—semejante a las musas de los griegos o al daimon de Sócrates—, y a veces se tumbaba en el sofá de su<br />

estudio a esperar. Al ser preguntado una vez si podía escuchar a su daimon siempre que quisiera,<br />

contestó: «No, no siempre. Pero sé por experiencia, ya desde hace tiempo, que lo mejor es esperar hasta<br />

escucharlo. Cuando tu daimon no dice nada, normalmente quiere decir no», pero «cuando tu daimon se<br />

hace cargo de la situación, no trates de pensar conscientemente. Déjate llevar, espera, y obedece».<br />

En el polo opuesto a esta actitud puramente romántica se encuentra el más clásico de los autores de<br />

ghost stories: M. R. James (1862-1936), cuya vida estuvo estrechamente ligada a los libros, a Eton, al<br />

King’s College (<strong>del</strong> que fue decano y director), a las investigaciones filológicas y arqueológicas, y a los<br />

estudios históricos y bibliográficos. Esta rutinaria felicidad alcanzó su máxima expresión cuando en<br />

1904 publicó sus Ghost Stories of an Antiquary, y en 1911, More Ghost Stories of an Antiquary,<br />

momento en el que establecerá las leyes que, según él, han de regir en un buen cuento de fantasmas. En<br />

primer lugar, deben desarrollarse en un escenario familiar con el que el lector pueda fácilmente<br />

identificarse. En segundo lugar, el fantasma ha de ser malvado, y, como consecuencia de ello, crearse<br />

una atmósfera para controlar (como ya a<strong>del</strong>antó Poe) su crescendo. Para ello, el escritor tiene que partir<br />

de un conocimiento cabal de la historia que desea narrar. «Introduzcamos entonces a los actores de un<br />

modo plácido; veámosles ocupándose de sus asuntos cotidianos, no molestados por presentimientos,<br />

contentos con lo que los rodea; y en este apacible ambiente dejemos a la cosa ominosa asomarse,<br />

primero discretamente, después con más insistencia, hasta hacerse dueña <strong>del</strong> escenario».

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!