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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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poder que ésta otorga a ciertas constituciones particulares y cultivado por la práctica hasta llegar a un<br />

grado extraordinario. Que un poder semejante pueda obrar sobre un muerto, es decir, sobre ciertos<br />

pensamientos y recuerdos que el muerto pueda conservar, y obligar a que se haga aparente a nuestros<br />

sentidos, no lo que algunos llaman vulgarmente «el alma», lo cual está más allá <strong>del</strong> alcance humano,<br />

sino más bien algo como un fantasma de lo que ha sido en la tierra el soporte visible, esto es una teoría<br />

muy antigua, y un poco pasada de moda sobre la cual no aventuraría ninguna opinión. Pero no puedo<br />

admitir que este poder sea sobrenatural. Déjeme ilustrar lo que acabo de decir, con una experiencia de<br />

Paracelsus, descrita como fácil de hacer y que el autor de Curiosities of Literature cita como prueba:<br />

«Una flor se marchita. La quemáis. Allí dónde han ido los elementos de esta flor, cuando estaba viva, no<br />

lo sabéis; no podréis encontrarlos ni reunirlos. Pero podéis, por medio de la química, de las cenizas de<br />

esta flor, hacer surgir un espectro de ésta, con todas las apariencias de vida». Puede suceder así con los<br />

humanos. El alma ha escapado como la esencia o los elementos de la flor… Pero podéis resucitar un<br />

espectro. Y este fantasma, aunque la creencia popular lo tenga por el alma <strong>del</strong> difunto, no debe ser<br />

confundido con ella. No es más que una imagen <strong>del</strong> muerto. Lo que más nos sorprende en las más<br />

acreditadas historias de fantasmas, es la ausencia de lo que llamaremos «alma», es decir, de una<br />

inteligencia superior libre de toda traba. Estas apariciones salen generalmente de pequeños objetos o de<br />

la nada. Hablan raramente, y si esto sucede, expresan ideas que no son superiores a las de la mayoría de<br />

los mortales. Espiritistas americanos han publicado volúmenes de comunicaciones en prosa o en verso,<br />

que dicen y afirman haber sido hechas por los muertos más ilustres, Shakespeare o Bacon. Estas<br />

comunicaciones no son ciertamente de otro orden que las que habrían hecho personas de un cierto<br />

talento y de una cierta educación aún en vida; son, en todo caso, sorprendentemente inferiores a lo que<br />

Shakespeare, Bacon o Platón, escribieron, en vida. Y lo que es más notable todavía, no contienen<br />

ninguna idea que no existiera ya sobre la tierra. Por ello, si tales fenómenos, admitiendo que sean reales,<br />

pueden existir, veo que muchos de ellos la filosofía los puede poner en duda, pero ninguno que pueda<br />

negar, y en todo caso, ninguno que sea sobrenatural. Son únicamente ideas transmitidas de una manera o<br />

de otra —no hemos descubierto aún el medio— de un espíritu mortal a otro espíritu mortal. Igualmente,<br />

aunque el hecho de hacer bailar a las mesas, de hacer aparecer formas en un círculo mágico o manos sin<br />

cuerpos apoderándose de ciertos objetos, o una sombra como la que se me apareció a mí, hiele la<br />

sangre, estoy convencido de que todo está transmitido por agentes materiales tales como ondas<br />

eléctricas. En ciertos organismos existen causas químicas que pueden producir efectos seudomilagrosos<br />

de naturaleza química; en otros circula un fluido eléctrico, y estos últimos pueden dar nacimiento a<br />

fenómenos eléctricos. Estos fenómenos no difieren de la ciencia ordinaria más que en esto: que no<br />

tienen fin, ni objeto, son totalmente pueriles y fútiles. No conducen a ningún resultado práctico, y por<br />

esta razón, el mundo no los tiene en cuenta y los verdaderos sabios no los han cultivado. Pero estoy<br />

absolutamente seguro de que en el origen le todo lo que he visto u oído, se encuentra un hombre como<br />

yo; y estoy inconscientemente convencido de su existencia tan sólidamente como de sus efectos, por la<br />

razón siguiente: me ha dicho usted mismo que no ha habido dos personas que hayan observado los<br />

mismos fenómenos. ¡Pues bien! Observe igualmente que no existen dos personas que hayan tenido<br />

jamás el mismo sueño.<br />

Si se tratara de una impostura corriente, la maquinación estaría construida para dar resultados<br />

apenas diferentes: si se tratara de un hecho de orden sobrenatural, emanando <strong>del</strong> Todopoderoso, se

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