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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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pensó—, si sigo mejorando mi juego».<br />

En el pasillo se encontró con el criado <strong>del</strong> hotel, que se detuvo para decirle:<br />

—Perdone el señor; al cepillar su chaqueta, hace un momento, ha caído algo de un bolsillo. Lo he<br />

puesto encima de la cómoda de su habitación; es un trozo de tubo o algo parecido. Muchas gracias,<br />

señor. Encima de la cómoda lo tiene; sí, señor. Buenas noches, señor.<br />

El discurso le recordó a Parkins el pequeño descubrimiento que había hecho esa tarde. Lo cogió con<br />

gran curiosidad y se acercó a examinarlo junto a la luz de las velas. Era de bronce, según veía ahora, y<br />

tenía la misma forma de los modernos silbatos para perros; de hecho era efectivamente ni más ni menos<br />

que un silbato. Se lo llevó a la boca, pero estaba completamente obstruido por un pegote de arena fina o<br />

de tierra; no consiguió soltarla con unos golpes y tuvo que quitarla con la navaja. Como era muy pulcro,<br />

recogió la tierra con un trozo de papel y la tiró por la ventana. Al asomarse, vio que hacía una noche<br />

clara y estrellada, y se entretuvo un instante contemplando el mar.<br />

Reparó en un paseante retrasado que se había detenido junto a la orilla, enfrente mismo <strong>del</strong> hotel.<br />

Cerró la ventana, extrañado de lo tarde que se retiraba la gente de Burnstow, cogió el silbato y volvió a<br />

examinarlo a la luz. Vaya, pero si tenía signos grabados, ¡y no sólo signos, sino letras también! Lo frotó<br />

ligeramente y apareció, perfectamente legible, lo que tenía escrito; aunque el profesor tuvo que<br />

confesarse a sí mismo, tras un serio esfuerzo por descifrarlo, que su significado le resultaba tan oscuro<br />

como las palabras que se le aparecieron al rey Baltasar en el muro. Había una inscripción en la parte de<br />

arriba <strong>del</strong> silbato, y otra en la de abajo.<br />

Debería saber qué significa —pensó—, pero tengo el latín demasiado oxidado. Pensándolo bien, me<br />

parece que ni siquiera sé cómo se dice silbato. La frase larga parece bastante fácil. Significa: "¿Quién es<br />

éste que viene?" Bueno, la mejor manera de averiguarlo es silbarle.<br />

Silbó a manera de prueba y se detuvo de repente, sobresaltado y complacido a la vez, por la nota que<br />

había sacado. Daba la sensación de una lejanía infinita y, a pesar de su suavidad, comprendió que debía<br />

de haberse oído a varias millas de distancia. Fue un sonido, además, que parecía poseer (como poseen<br />

también muchos olores) el don de suscitar imágenes en el cerebro. Por un momento vio con absoluta<br />

claridad la escena de un paraje inmenso en la oscuridad de la noche, barrido por un viento frío, en cuyo<br />

centro aparecía una figura solitaria; no pudo distinguir qué hacía. Tal vez habría conseguido ver algo<br />

más de no haberle disipado la visión una repentina ráfaga de viento que azotó los cristales de las<br />

ventanas; el hecho fue tan inesperado que le hizo levantar la vista, a tiempo de ver la blancura fugaz de<br />

un ala de gaviota batir junto a los cristales.<br />

El sonido <strong>del</strong> silbato le había dejado fascinado de tal modo que probó otra vez, pero con más<br />

firmeza. La nota sonó ligeramente más fuerte, si es que lo fue en realidad, que la vez anterior, pero<br />

además le defraudó: no le suscitó visión alguna, como casi había esperado. «Pero ¿qué es esto? ¡Dios<br />

mío!, ¡con qué fuerza se ha levantado el viento en pocos minutos! ¡Qué ráfaga más tremenda! ¡Ah!, me<br />

lo temía…, me ha apagado las velas. Me va a revolver toda la habitación».<br />

Lo primero era cerrar la ventana. Un segundo después se encontraba Parkins luchando por cerrarla,<br />

y tanta era la fuerza <strong>del</strong> viento que parecía como si luchara con un individuo corpulento que pretendiera<br />

entrar. De pronto disminuyó, la ventana dio un golpe, y el pestillo se cerró por sí solo. Ahora lo<br />

principal era encender nuevamente las velas y comprobar si había causado algún desaguisado. No, no se<br />

veía ningún estropicio, ni había roto ningún cristal de la ventana. Pero el ruido había despertado por lo

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