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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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párpados, rodaba por el glóbulo verdoso de los oíos como una lágrima helada, quedando retenida entre<br />

las pestañas de unos ojos petrificados.<br />

Pero no despertaban.<br />

Sordos, el oído sellado por el plomo <strong>del</strong> sueño y la pez de la oscuridad, yacían inmóviles,<br />

ensimismados ante las tinieblas de su ser, tinieblas <strong>del</strong> tiempo y de la eternidad que había petrificado su<br />

corazón de durmientes, que había detenido su aliento y el movimiento de sus pulmones, que había<br />

helado el rumor de la sangre en sus venas.<br />

Sólo crecían sus cabellos y sus barbas, el vello de su cuerpo y el vello de sus axilas, alimentados por<br />

la humedad de la caverna y la inmovilidad de los cuerpos, estimulados por las cenizas <strong>del</strong> olvido y la<br />

exaltación de los sueños, sólo crecían sus uñas, con leves crujidos, imperceptiblemente, igual de<br />

imperceptiblemente que el agua construye y destruye, mientras dormían.<br />

2<br />

El más joven, Dionisio, que tenía una rosa prendida en el corazón y yacía entre Juan, el pastor, y su<br />

amigo Malus, fue el primero en despertar, de repente, como acariciado por el viento <strong>del</strong> tiempo y <strong>del</strong><br />

recuerdo. Lo primero que oyó fue el rezumar <strong>del</strong> agua por las bóvedas de la caverna, lo primero que<br />

sintió, una espina clavada en su corazón. Bañada por el silencio, su conciencia de durmiente cansado, su<br />

conciencia sumergida en la húmeda oscuridad de la caverna, no pudo emerger de inmediato, pues su<br />

cuerpo estaba entumecido por su largo descanso y su alma turbada por los sueños.<br />

Invocó el nombre de su Señor e invocó el dulce nombre de Prista, y recordó todo lo sucedido, lo<br />

recordó con el terror de un moribundo y la felicidad de un enamorado. Pues lo que había sucedido con<br />

su alma y con su cuerpo, ya no sabía cuándo, le parecía de nuevo ser un sueño, tal vez no fuera de<br />

nuevo más que un sueño, la pesadilla de la vida y la pesadilla de la muerte, la pesadilla de un amor<br />

insaciado, la pesadilla <strong>del</strong> tiempo y de la eternidad.<br />

Sentía a su lado, a su izquierda y a su derecha, los cuerpos yertos en un sueño profundo, los cuerpos<br />

de Juan el pastor y de Malus, su amigo, los sentía aunque durmieran sin un soplo, sin un movimiento,<br />

mudos, como momificados, incluso sin olor alguno a cuerpo humano, incluso sin el hedor de la carne<br />

humana en descomposición; sentía la presencia de su inmaterialidad, intuía hacia la izquierda, junto a<br />

las piernas de Juan, el cuerpo inmaterial y momificado <strong>del</strong> perro <strong>del</strong> pastor, que yacía al lado de su amo,<br />

con sus patas <strong>del</strong>anteras extendidas, centinela perdida velando su sueño de muerto.<br />

3<br />

El cuerpo petrificado, los miembros entumecidos sobre la lana raída cuya humedad no sentía,<br />

Dionisio separó con esfuerzo sus dos manos cruzadas sobre el pecho, sus dedos rígidos tras el sueño y la<br />

inmovilidad, que parecían haberse soldado los unos a los otros, y se acordó de su cuerpo y de su<br />

materialidad, se acordó de su corazón que de pronto revivía en él; y revivían sus entrañas y sus<br />

pulmones, y sus ojos sellados por el plomo <strong>del</strong> sueño, y su sexo, dormido y helado, tan lejano como<br />

lejos estaba de él el pecado.

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