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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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imaginó que lo hacía, pues su respiración no produjo ningún sonido. Luego movió un poco la cabeza<br />

para ver más allá de la masa de pelo que tenía al lado. Entonces vio la oreja, y comprendió que estaba<br />

mirando su propia cabeza desde el exterior. No había imaginado nada semejante; había esperado<br />

simplemente que su amiga entrara a compartir sus pensamientos con él. Pero no le pareció extraño; sólo<br />

se dijo a sí mismo que ahora veía a través de los ojos de la serpiente en lugar de los suyos propios.<br />

Entendió entonces por qué la serpiente había sido tan desconfiada; desde donde estaba, el muchacho<br />

parecía una criatura monstruosa, con aquella cabeza de pelo erizado y la respiración que vibraba en su<br />

pecho como una tormenta lejana.<br />

Se desenroscó y se deslizó por el suelo hacia la alcoba. En la pared de adobe había una hendidura lo<br />

bastante ancha para permitirle salir. Pasó al otro lado con dificultad y se quedó en el suelo extendido<br />

cuan largo era bajo la cristalina luz de la luna, admirando la rareza <strong>del</strong> paisaje, donde las sombras no<br />

eran sombras.<br />

Se arrastró alrededor de la cabaña y siguió camino arriba hacia el pueblo, gozando de una sensación<br />

de libertad diferente de cualquiera que hubiera imaginado hasta entonces. Era como no tener cuerpo; la<br />

piel que lo cubría era una con él. Era maravilloso acariciar la tierra con toda la largura de su vientre<br />

mientras avanzaba por el camino silencioso y distinguía en el viento las vetas de olor acre <strong>del</strong> ajenjo.<br />

Cuando el muecín llamó desde el almenar y su voz se extendió por encima <strong>del</strong> campo, no la oyó, ni<br />

supo que antes de una hora la noche habría terminado.<br />

Al ver a un hombre camino a<strong>del</strong>ante, se hizo a un lado para esconderse tras una roca y dejar que<br />

pasara el peligro. Pero a medida que se iba acercando al pueblo aparecía más gente, de modo que<br />

descendió a la profunda acequia que corría junto al camino. Aquí, las piedras y las marañas de plantas<br />

muertas le impedían avanzar. Seguía reptando con dificultad por el suelo de la acequia, bordeando las<br />

rocas a través de enredados laberintos de tallos secos arrastrados por el agua, cuando empezó a<br />

amanecer.<br />

La llegada <strong>del</strong> día lo puso ansioso y triste. Trepó al borde de la acequia y alzó la cabeza para<br />

escrutar el camino. Un hombre que pasaba lo vio, se quedó inmóvil un momento, dio media vuelta y<br />

salió corriendo. Allal no esperó; ahora lo que quería era estar de vuelta en casa cuanto antes.<br />

De pronto, sintió el golpe sordo de una piedra que dio en el suelo detrás de él. Se dejó caer deprisa<br />

por el borde de la acequia y, retorciéndose, rodó por el talud hasta el fondo. Conocía el terreno: donde el<br />

camino cruzaba el oued había dos alcantarillas, no muy lejos una de otra. Vio a cierta distancia a un<br />

hombre con una pala; escudriñaba la acequia. Allal siguió avanzando, seguro de que llegaría a la<br />

primera alcantarilla antes de que el hombre pudiera alcanzarlo.<br />

El suelo <strong>del</strong> túnel debajo <strong>del</strong> camino estaba alfombrado con estrías de arena endurecida. El olor de<br />

las montañas estaba en el aire que lo atravesaba. Pudo esconderse en algún recoveco ahí abajo, pero<br />

siguió arrastrándose hasta llegar al otro extremo. Luego fue hasta la segunda alcantarilla y pasó debajo<br />

<strong>del</strong> camino en la dirección opuesta, para salir de nuevo a la acequia. Detrás de él, junto a la boca de la<br />

primera alcantarilla, se habían reunido varios hombres. Uno de ellos estaba de rodillas y tenía la cabeza<br />

y los hombros dentro <strong>del</strong> hoyo.<br />

Con la mirada fija en el grupo de palmas al costado de su cabaña, Allal comenzó a avanzar en línea<br />

recta por el campo descubierto. Acababa de salir el sol y las piedras comenzaban a proyectar largas<br />

sombras azuladas. De repente un niñito salió de detrás de unas matas al lado <strong>del</strong> camino, y al ver a

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