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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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Aquella noche y todas las noches siguientes, Allal las pasó sentado con la serpiente, mientras con<br />

infinita paciencia se afanaba en hacerse su amigo. No intentó tocarla, pero pronto pudo hacer que<br />

apareciera y permaneciera frente a él cuanto se le antojara, con sólo tabalear sobre la mesa, para luego<br />

despedirla a voluntad. Durante la primera semana o poco más, utilizó la pasta de kif; luego experimentó<br />

sin ella. Al final obtuvo los mismos resultados. Desde entonces la alimentó sólo con leche y huevos.<br />

Luego, una noche mientras su amiga estaba elegantemente enroscada frente él, Allal comenzó a<br />

pensar en el viejo, y una idea que se formó en su mente expulsó de ahí a todas las demás. Hacía varias<br />

semanas que se le había terminado la pasta de kif, y decidió hacer un poco. Al otro día compró los<br />

ingredientes y después <strong>del</strong> trabajo preparó la pasta. Cuando estuvo lista, mezcló una buena cantidad con<br />

leche en un bol y lo dejó frente a la serpiente. Después tomó él mismo cuatro cucharadas, que<br />

acompañó con un vaso de té.<br />

Enseguida se desvistió, empujó la mesa para tenerla a su alcance, y se tendió desnudo en una estera<br />

junto a la puerta. Esta vez no dejó de tabalear en la mesa aun después de que la serpiente hubo bebido<br />

toda la leche. Se había quedado completamente quieta y lo observaba, como si dudara que aquel<br />

golpeteo familiar proviniera <strong>del</strong> cuerpo cobrizo que tenía enfrente.<br />

Al ver que la serpiente seguía inmóvil después de mucho tiempo sin dejar de mirarlo fijamente con<br />

sus ojos amarillos como de piedra, Allal comenzó a decirle una y otra vez: Ven acá. Sabía que el animal<br />

no podía oír su voz, pero creía que sí era capaz de sentir la urgencia de su llamado mental. Puedes hacer<br />

que hagan lo que tú quieras sin decir palabra, le había dicho el viejo.<br />

Aunque la serpiente no se movía, Allal siguió repitiendo la orden, porque estaba seguro de que iba a<br />

obedecerle. Y después de otra larga espera, de pronto la serpiente bajó la cabeza y comenzó a avanzar<br />

hacia él. Llegó hasta su cadera y se deslizó a lo largo de una de sus piernas. Luego trepó por la pierna y<br />

se quedó un rato sobre su pecho.<br />

El cuerpo era pesado y tibio; las escamas, de una suavidad maravillosa. Poco después la serpiente se<br />

enroscó para descansar en el espacio formado entre la cabeza y el hombro de Allal.<br />

Ya la pasta de kif dominaba por completo la mente de Allal. Estaba tumbado ahí en un estado de<br />

gozo puro, y sentía la cabeza de la serpiente contra la suya, sin pensar en otra cosa que en el hecho de<br />

que él y ella estaban juntos. Los dibujos que veía formarse y derretirse detrás de sus párpados parecía<br />

que eran los mismos que cubrían el lomo de la serpiente. De vez en cuando, con un movimiento<br />

frenético, todos se elevaban en un gran torbellino y se fragmentaban para convertirse enseguida en un<br />

enorme ojo amarillo que estaba dividido a la mitad por una pupila vertical que palpitaba al ritmo de su<br />

propio corazón. Luego el ojo retrocedía a través de sombras y rayos de luz que se iban desplazando,<br />

hasta que sólo podían verse los dibujos de las escamas que vibraban con una insistencia renovada<br />

mientras volvían a fundirse y a separarse. Por fin el ojo volvió a aparecer, tan grande esta vez que su<br />

contorno ya no se veía, la pupila dilatada de tal forma que la apertura tenía tamaño suficiente para que<br />

él pasara al otro lado. Mientras miraba la oscuridad que había dentro, se dio cuenta de que una fuerza lo<br />

empujaba hacia a<strong>del</strong>ante. Alargó las manos para tocar la superficie lustrosa <strong>del</strong> ojo a uno y otro lado, y<br />

al hacer esto sintió un tirón desde el interior. Se deslizó agujero dentro y lo engulló la oscuridad.<br />

Al despertar Allal sintió que volvía de un lugar lejano. Abrió los ojos y vio junto a él algo que<br />

parecía el costado de un animal enorme con un pelaje basto y tieso. En el aire había una vibración<br />

recurrente que hacía pensar en el serpenteo de truenos lejanos en los confines <strong>del</strong> cielo. Suspiró, o

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