22.03.2017 Views

(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

podía ser el aspecto de un rostro y de un cuerpo que, habiéndose hallado en una capa de aire rarificada,<br />

estuviera a punto de disgregarse hasta… hasta perder toda consistencia.<br />

Hank, aunque totalmente confundido y agitado por una emoción sin límites que no podía reprimir ni<br />

comprender, fue quien, sin más dilaciones, puso fin a la cuestión. Se apartó unos pasos de la hoguera, de<br />

forma que el resplandor no le deslumbrara demasiado y, haciéndose sombra con las dos manos en los<br />

ojos, exclamó con voz potente, mezcla de furia y excitación:<br />

—¡Tú no eres Défago! ¡Ni hablar! ¡A mí me importa un condenado pimiento lo que tú… pero aquí<br />

no vengas diciendo que eres mi compadre de hace veinte años! —los ojos le fulguraban como si<br />

quisiera destruir aquella figura acurrucada con su mirada furibunda—. Y si es verdad, que me caiga un<br />

rayo de punta y me mande al infierno de cabeza. ¡Dios nos asista! —añadió, sacudido por un violento<br />

escalofrío de repugnancia y horror.<br />

Fue imposible hacerlo callar. Allí estuvo gritando como un poseso, y tan terrible era verle como oír<br />

lo que decía… porque era verdad. No hizo más que repetir lo mismo cincuenta veces, y cada vez, en<br />

una lengua más enrevesada que la anterior. El bosque se llenaba de sus ecos. Llegó un momento en que<br />

parecía como si quisiera arrojarse sobre «el intruso», pues su mano subía constantemente hacia su<br />

cinturón, en busca de su largo cuchillo de monte.<br />

Pero al final no hizo nada y la tempestad estuvo a punto de terminar en lágrimas. Súbitamente, la<br />

voz de Hank se quebró. Se dejó caer en el suelo y Cathcart se las arregló para convencerle de que se<br />

marchara a la tienda y se echase a descansar. El resto de la escena, claro está, lo presenció desde dentro.<br />

Su pálida cara de terror atisbaba por la abertura de la tienda.<br />

Luego el doctor Cathcart, seguido de cerca por su sobrino, que tan bien había conservado su<br />

presencia de ánimo, adoptó un aire de determinación y se puso en pie, frente a la figura arrebujada junto<br />

al fuego. La miró de frente y habló. Al principio, le salió una voz firme:<br />

—Défago, díganos qué ha sucedido… no hace falta que entre en detalles, sólo deseamos saber cómo<br />

podemos ayudarle —preguntó con acento autoritario, casi como una orden.<br />

Pero inmediatamente después varió de tono, porque el rostro de aquella figura se volvió hacia él con<br />

una expresión tan lastimera, tan terrible y tan poco humana, que el médico retrocedió como si tuviera<br />

<strong>del</strong>ante un ser espiritualmente impuro. Simpson, que miraba desde atrás, dice que le daba la impresión<br />

de que el rostro de Défago era una máscara a punto de caerse y de que debajo se iba a revelar, en toda su<br />

desnudez, su verdadero rostro, negro y diabólico.<br />

—¡Vamos, hombre, vamos! —gritaba Cathcart, a quien el terror le atenazaba la garganta—. No<br />

podemos estarnos aquí toda la noche… —era el grito <strong>del</strong> instinto sobre la razón.<br />

Y entonces «Défago», con una sonrisa inexpresiva, contestó; y su voz era débil, inconsistente y<br />

extraña, como a punto de convertirse en un sonido enteramente distinto:<br />

—He visto al gran Wendigo —susurró, olfateando el aire en torno suyo, exactamente igual que una<br />

bestia—. He estado con él, también…<br />

Allí terminaron el pobre diablo su discurso y el doctor Cathcart su interrogatorio, porque en ese<br />

momento se oyó un grito desgarrador de Hank, cuyos ojos se veían brillar desde fuera de la tienda:<br />

—¡Sus pies! ¡Oh, Dios, sus pies! ¡Mirad cómo le han cambiado los pies!<br />

Défago, que se había removido en su sitio, se había colocado de tal forma que por primera vez<br />

aparecieron sus piernas a la luz y sus pies quedaron al descubierto. Sin embargo, Simpson no tuvo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!