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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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le llevaban, y lo único que oía era el jadeo contenido de sus porteadores. Ya no se veía ni al niño ni a<br />

Quitmir, porque el niño se había detenido a la entrada <strong>del</strong> angosto pasaje para ceder el paso a quienes<br />

los transportaban a ellos tres, a Juan, a Malus y a él, Dionisio, se habían detenido bajando la mirada a la<br />

entrada <strong>del</strong> angosto desfiladero para esperar su tumo, sin dejar de estrecharlo entre sus brazos, a Quitmir<br />

el de los ojos cárdenos.<br />

9<br />

Desde las dos bocas <strong>del</strong> angosto pasaje llegaba una luz trémula, que apenas se percibía a su espalda,<br />

mientras que por <strong>del</strong>ante de él, hacia el final <strong>del</strong> pasillo, iba volviéndose más y mis fuerte, penetrando<br />

entre los afilados dientes de la enorme mandíbula batiente de Polifemo, pues sin duda era aquello: el<br />

antiguo umbral de la caverna, <strong>del</strong> que se había vuelto a acordar ahora, como también se acordaba de las<br />

historias que Juan, el bienaventurado pastor, les contaba antaño, durante su primer sueño, o su primera<br />

realidad; el pasaje se había ensanchado, o era sólo una impresión, y desde lo aleo de los hombros de sus<br />

porteadores podía ver cómo la roca de la caverna había sido dañada en aquel lugar, veía los colmillos<br />

con el pico roto, brillante y aplanado, cristalinos y blancos, con cortes sesgados y recientes,<br />

inmaculados y resplandecientes como la sal, sobre pequeños raigones color de herrumbre.<br />

¿Era acaso un sueño?<br />

Estos tullidos que empezaron a arrastrarse a sus pies, a retorcerse como gusanos, a besarlos los pies<br />

y las manos, antes de que los robustos porteadores hubieran conseguido sacarlos de la caverna. ¿Era<br />

acaso un sueño?, este umbral de la caverna, al que recordaba gracias a las manchas de su bóveda, a los<br />

dibujos grabados sin duda por los pastores con una piedra o un cuchillo, en la dura roca, lo recordaba<br />

porque antaño habla falsos ídolos y cabezas de burro dibujados por la mano pecadora de los pastores, y<br />

había dibujos lascivos, en las paredes, a alturas que alcanzaba la mano <strong>del</strong> hombre, y había un hedor a<br />

excrementos humanos.<br />

Y ahora, estos dibujos lascivos y estas cabezas de burro habían sido borrados, aún se percibían sobre<br />

la piedra huellas recientes allí donde habían sido frotados y raspados, y el olor a excrementos humanos<br />

había desaparecido, pues sin duda habían evacuado los excrementos; en las paredes de la caverna ardían<br />

ahora faroles y teas olorosas atizonadas en las grietas, la bóveda estaba tapizada de flores y de coronas<br />

de laurel y de iconos rebordeados con oro, mientras que el suelo estaba cubierto de una alfombra de<br />

flotes que los porteadores iban pisando con sus pies descalzos, y la muchedumbre cantaba salmos y<br />

susurraba oraciones.<br />

Los ciegos y los tullidos se arrastraban a sus pies, retorciéndose como gusanos, besaban su cuerpo y<br />

le imploraban con palabras roncas y terribles, le imploraban en nombre <strong>del</strong> amor y de la fe, <strong>del</strong> sol y de<br />

la luna, de la vida y de la muerte, <strong>del</strong> infierno y <strong>del</strong> paraíso, le imploraban y le suplicaban que les<br />

devolviera la vista y les curara las heridas y sus miembros muertos, que les devolviera la luz <strong>del</strong> día y la<br />

luz de la fe.<br />

¿Eran un sueño o una pesadilla estos lisiados que mendigaban e imploraban, estos infelices que<br />

peleaban a muletazos y a arañazos por la gracia de su cuerpo, la gracia de su curación? ¿Era acaso un<br />

sueño? Su propia incapacidad para pronunciar una sola palabra, para hacer lo que fuera por estos<br />

infelices, por estos tullidos que los jóvenes robustos apartaban <strong>del</strong> camino de la procesión, que

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