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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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más completo rechazo por el 90% restante. Sin embargo, desde finales de siglo XIX, unos pocos artistas<br />

emprendieron la búsqueda de ese 90% perdido que desde el Siglo de las Luces había sido puesto en<br />

cuarentena. Uno de ellos fue Franz Kafka (1883-1924).<br />

Según Tzvetan Todorov, máximo exégeta de lo fantástico, La metamorfosis (1912) no<br />

correspondería a esta denominación literaria: la literatura fantástica «parte de una situación totalmente<br />

natural para llegar a lo sobrenatural», mientras que la transformación sufrida por Gregorio Samsa «parte<br />

de un acontecimiento sobrenatural para darle, en el curso <strong>del</strong> texto, un aire cada vez más natural», sin<br />

asomo de vacilación o asombro por parte <strong>del</strong> protagonista y el narrador. Para Todorov, como también<br />

para Callois, debe de existir una ruptura que divida el universo en dos mitades contrarias, «una<br />

irrupción de lo inadmisible» en el mundo real cotidiano, tal como sucedía en el siglo XIX. Pero el<br />

mundo, pese a seguir rigiéndose por los mismos patrones, había cambiado por completo. A principios<br />

<strong>del</strong> siglo XX, la teoría de la relatividad de Einstein y el inconsciente de Freud pusieron patas arriba<br />

todas las bases racionalistas e ideológicas <strong>del</strong> siglo XIX. Además, tras la culminación de la novela<br />

realista con Flaubert y Tolstói, el nuevo siglo comenzó a buscar otras formas de expresión, más allá <strong>del</strong><br />

realismo, y la peculiar circunstancia de que un hombre despierte una mañana en su cuarto convertido en<br />

un horroroso insecto no afecta ya a la cuestión de las causas; ni siquiera a sus efectos, pues ni el<br />

protagonista apela al asombro, ni el narrador a lo patético o terrorífico que supone semejante<br />

experiencia. Lo «fantástico» ha pasado a formar parte <strong>del</strong> mundo, o al menos a la manera de<br />

representarlo.<br />

Según Max Brod, cuando Kafka leyó el primer capítulo de El proceso, ambos se tiraban al suelo de<br />

risa; y podemos suponer que algo parecido debió de ocurrir con La metamorfosis. Se ha producido un<br />

cambio sustancial en la sensibilidad <strong>del</strong> nuevo siglo: ahora el horror hace reír. La suave sonrisa <strong>del</strong> XIX<br />

se ha transmutado en descarnada ironía. Más de la mitad de la lectura de La metamorfosis es sumamente<br />

cómica (curiosamente, el resto se va haciendo cada vez más conmovedor y patético). A pesar de todo, el<br />

insólito e insoportable mundo absurdo de Kafka siempre transmite una profunda sensación de<br />

extrañeza, que, es en definitiva uno de los elementos esenciales de lo fantástico. Aunque este cuento,<br />

por razones de espacio, no figura en esta antología, su influencia sobre la literatura <strong>del</strong> XX es tan<br />

evidente que casi no se podría hablar de literatura fantástica sin dejar de citarlo.<br />

En otro nivel totalmente diferente se encuentra H. P. Lovecraft (1890-1937). La inmensa<br />

popularidad y la decisiva influencia que ejerció sobre el cuento de terror en su evolución a la cienciaficción,<br />

lo convierten en una figura paradigmática <strong>del</strong> siglo pasado. [9]<br />

Lovecraft trabajaba durante el día con las persianas bajadas. La oscuridad y la noche fueron siempre<br />

sus elementos más íntimos, pues le permitían concentrarse en lo único que le interesaba: transmutar sus<br />

pesadillas en goce estético. Sus primeros cuentos, muy influenciados por Poe, evocan el ambiente<br />

gótico de las viejas y decrépitas mansiones. Luego pasó por una época muy dunsaniana, de intensa<br />

fantasía poética aunque no exenta de elementos terroríficos.<br />

Al morir su madre —tras un breve y malogrado matrimonio—, Lovecraft se vio impelido a dejar su<br />

aislamiento para ganarse la vida, y empezó a escribir cuentos y a colaborar con la célebre revista Weird<br />

Tales. Este súbito contacto con el mundo transformó el punto de vista de sus <strong>relato</strong>s, que empezaron a<br />

adoptar su forma definitiva. Abandonó la ambientación poético-onírica de su período dunsaniano, para<br />

situar sus historias en los escenarios <strong>del</strong> mundo real. Las presencias <strong>del</strong> otro mundo ya no pertenecían a

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