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(AA.VV) Antología universal del relato fantástico

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—Oh, no… ¡Por Elohim, no quieras saberlo!<br />

—¡Dime qué viste!<br />

—No… no… ¡Sería el abismo!<br />

—Yo quiero el abismo.<br />

—Es la muerte…<br />

—¡Dime qué viste!<br />

—¡No puedo… no quiero!<br />

—Yo te he salvado.<br />

—No… no…<br />

El sol acababa de ponerse.<br />

—¡Habla!<br />

La mujer se aproximó. Su voz parecía cubierta de polvo; se apagaba, se crepusculizaba, agonizando.<br />

—¡Por las cenizas de tus padres!…<br />

—¡Habla!<br />

Entonces aquel espectro aproximó su boca al oído <strong>del</strong> cenobita, y dijo una palabra. Y Sosistrato,<br />

fulminado, anonadado, sin arrojar un grito, cayó muerto. Roguemos a Dios por su alma.<br />

Según la Biblia, en Sodoma dos ángeles le dijeron a Lot: «Date prisa, toma a tu esposa y a tus dos<br />

hijas y márchate, no sea que te alcance el castigo de esta ciudad». Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a<br />

salvo. Por tu vida, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura, sino que huye a la<br />

montaña para que no perezcas». Entonces Yavé hizo llover <strong>del</strong> cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre<br />

ardiendo que venía de Yavé, y que destruyó completamente estas ciudades y toda la llanura con todos<br />

sus habitantes y la vegetación. La mujer de Lot desatendió el mandato de los ángeles y miró hacia atrás:<br />

quedó convertida en una estatua de sal.

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