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Batalla por la memoria

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102 Fidel Tubino<br />

mos condenados a ser parte de nuestra tradición de origen ni que optar<br />

contra ciertas creencias contenidas en el<strong>la</strong> sea un acto de traición ética. No<br />

podemos renunciar a el<strong>la</strong> como punto de partida pero sí podemos renunciar<br />

a el<strong>la</strong> como punto de llegada. Es nuestro arjé, no nuestro télos. Nos<br />

permite abrirnos al futuro y no permanecer anonadados en “<strong>la</strong> asfixia<br />

cronológica del momento presente”. El reconocimiento de nuestro país como<br />

una multiplicidad de tradiciones no tiene <strong>por</strong> qué devolvernos a <strong>la</strong> nostalgia<br />

del bien perdido. El mito del bien perdido es resultado de una idealización<br />

del pasado que nos sepulta y nos impide mirarnos como “proyecto de<br />

vida en común, instrumento de trabajo en función del <strong>por</strong>venir”. Para proyectarnos<br />

al futuro tenemos que empezar <strong>por</strong> reconciliarnos con nuestras<br />

tradiciones, con nuestro pasado, es decir, con nuestras <strong>memoria</strong>s colectivas.<br />

Pero, ¿qué hay “de insobornable en <strong>la</strong> <strong>memoria</strong> colectiva”? ¿En qué<br />

consiste ese núcleo que debemos respetar incondicionalmente y que no<br />

debemos alterar <strong>por</strong> razones funcionales de cualquier tipo? Creo que el<br />

l<strong>la</strong>mado de Basadre a <strong>la</strong> recuperación de nuestras <strong>memoria</strong>s colectivas es<br />

un imperativo ético sobre cuya base podremos construirnos <strong>por</strong> fin una<br />

identidad que no sea definida <strong>por</strong> su ausencia y su carencia de ser. Si <strong>la</strong><br />

identidad nacional es una identidad descentrada que mira hacia fuera desde<br />

ningún centro, es <strong>por</strong>que no hemos sabido enraizar<strong>la</strong> en nuestros éthos<br />

y en nuestras <strong>memoria</strong>s colectivas. Debemos aprender a fundar nuestras<br />

narrativas en esa “multiplicidad de tradiciones” que somos, en <strong>la</strong>s que hemos<br />

nacido, <strong>por</strong>que “querámoslo o no, nos otorgan muchos elementos<br />

fundamentales de nuestra ubicación dentro de <strong>la</strong> vida”. Fundan nuestra<br />

identidad.<br />

15. La refundación del pacto social desde <strong>la</strong> recuperación de<br />

<strong>la</strong>s <strong>memoria</strong>s colectivas<br />

¿Qué somos? es una pregunta sin respuesta, una pregunta tramposa.<br />

Si queremos ser “proyecto de vida en común” tenemos que construir nuestro<br />

pasado desde <strong>la</strong> multiplicidad de nuestras <strong>memoria</strong>s colectivas. Ser<br />

unidad en <strong>la</strong> multiplicidad no es una esencia ontológica, es un proyecto<br />

ético-político. La multiplicidad es el punto de partida, <strong>la</strong> unidad en <strong>la</strong> diversidad<br />

es un proceso que se construye desde ahora. Definirnos no es un acto<br />

de <strong>la</strong> mente, es una tarea de <strong>la</strong> praxis. Somos responsables de lo que hacemos<br />

de nosotros mismos. Somos un proyecto compartido o no somos. La<br />

identidad, decíamos <strong>por</strong> ello, es una categoría ética, no metafísica. Tenemos<br />

<strong>por</strong> lo tanto que sustituir <strong>la</strong> pregunta: ¿qué somos? <strong>por</strong> <strong>la</strong> pregunta

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