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Batalla por la memoria

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400 Patricia Ruiz Bravo y Eloy Neira<br />

mación en sujetos respetables y actores de sus destinos. Es <strong>por</strong> ello que <strong>la</strong><br />

escena alude a un proceso en curso, no acabado, un camino que se está<br />

construyendo y en el cual <strong>la</strong>s mujeres cumplen, como en <strong>la</strong> representación<br />

teatral, un papel primordial. Son el<strong>la</strong>s <strong>la</strong>s actoras que lideran <strong>la</strong> instauración<br />

del nuevo orden. Es posible observar que su presencia protagónica es<br />

también un cuestionamiento frente al poder patriarcal y a <strong>la</strong> hegemonía<br />

masculina; se deja en sus manos esta responsabilidad que incluye al conjunto<br />

de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción subalterna. Es este proceso el que puede denominarse<br />

como “desarrollo”. En este contexto, el concepto “desarrollo” trasciende<br />

<strong>la</strong> dimensión económica; desarrollo es liberación, libertad para pensar, libertad<br />

para hacer y actuar.<br />

Notamos también que el “hermano” es vencido debido a que el poder<br />

del patrón se basa en un poderoso instrumento de coerción —simbolizado<br />

<strong>por</strong> el fusil— que le otorga un poder sin límites, ante el cual sucumbe<br />

el hermano inerme. De otro <strong>la</strong>do, tenemos que <strong>la</strong>s hermanas matan a palos<br />

al patrón. Una lectura posible consiste en asumir que <strong>la</strong>s mujeres al matar<br />

de este modo al gamonal actúan con un poder masculino, un poder fálico,<br />

para finalmente realizar <strong>la</strong> inversión del “sueño del pongo”, esta vez en<br />

c<strong>la</strong>ve femenina. Es decir, se podría entender esta apropiación como una<br />

inversión de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones de poder —algo así como <strong>la</strong>s mujeres convertidas<br />

en patronas—, pero que en esencia no modifican <strong>la</strong> estructura del orden<br />

patronal-gamonal.<br />

El paso de <strong>la</strong> “decencia al respeto”, para decirlo en términos de<br />

Marisol De <strong>la</strong> Cadena (1998), nos permite sugerir que <strong>la</strong> acción de <strong>la</strong>s<br />

mujeres expresa un poder propio, una agencia femenina, que busca hacerse<br />

visible y que, <strong>por</strong> lo demás, <strong>por</strong>ta una impronta —y recreación— de<br />

representaciones de género enraizadas en <strong>la</strong> cultura andina que sugieren<br />

que <strong>la</strong>s mujeres ponen en acción un poder <strong>la</strong>tente, su manera de ser<br />

activas. El acto de “vencer al fusil mediante los palos” puede ser leído<br />

como un acto de control de un poder descontro<strong>la</strong>do, pero que se ejerce a<br />

partir de <strong>la</strong> actuación de un poder propio, de <strong>la</strong> expresión de un espacio<br />

de agencia propio (Ruiz Bravo y otros 1998). Es decir, este acto no expresa<br />

adquirir el poder de los hombres, expresa más bien <strong>la</strong> liberación del<br />

propio poder femenino, de <strong>la</strong> propia agencia femenina, una que el pacto<br />

feudal impedía actuar, ejercer. Mediante el ejercicio de este poder <strong>la</strong>s<br />

mujeres le ponen límites al poder del fusil, lo contro<strong>la</strong>n. Es decir, <strong>la</strong> dominación<br />

patriarcal implica una servidumbre donde no solo se subordina<br />

una masculinidad —el siervo que finalmente muere—, sino que también<br />

impide que se manifieste un poder femenino, un poder ordenador propio.

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