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Batalla por la memoria

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“Borrachos de amor” ... 343<br />

danos en el Perú. Resulta que Luis Enrique está enamorado pero su amor<br />

es imposible puesto que transgrede fronteras sociales al interior de una<br />

sociedad que ha sido rígidamente constituida.<br />

En efecto, construida como un dispositivo fundamental en <strong>la</strong> constitución<br />

de <strong>la</strong>s identidades sociales, <strong>la</strong> familia oligárquica fue una de <strong>la</strong>s instituciones<br />

más im<strong>por</strong>tantes del Estado oligárquico y, en alguna medida, a el<strong>la</strong><br />

se debió <strong>la</strong> reproducción del orden social dominante. Los oligarcas siempre<br />

se resistieron a imaginar el país como una “comunidad de iguales” y se ha<br />

demostrado que sus prácticas culturales siempre estuvieron encaminadas a<br />

mantener una posición muy diferenciada del resto de <strong>la</strong> sociedad. En mi<br />

opinión, “El plebeyo” da perfecta cuenta de todo ello y se esfuerza <strong>por</strong><br />

construir un lugar de enunciación alternativo.<br />

Sin embargo, <strong>la</strong> estrategia de Luis Enrique en este vals no consiste en<br />

cuestionar su marginación social únicamente a partir de una crítica al sustrato<br />

colonial que organizaba <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones sociales, sino que su discurso opta<br />

<strong>por</strong> valerse de argumentos religiosos como ejemplos de una nueva y desafiante<br />

modernidad. De ahí los misteriosos versos (“Amar no es un delito<br />

<strong>por</strong>que hasta Dios amó”) y ese final, tan retórico, que no busca dirigirse a<br />

una autoridad <strong>la</strong>ica o civil sino, <strong>por</strong> el contrario, al mismo Dios omnipotente:<br />

“Señor ¿Por qué los seres no son de igual valor?”<br />

Este apunte me parece muy interesante puesto que Zizek ha demostrado<br />

que <strong>la</strong> dinámica de <strong>la</strong> ley consiste en producir un deseo que al mismo<br />

tiempo genera <strong>la</strong> propia voluntad de transgredir<strong>la</strong>. Zizek explica que si el<br />

sujeto se constituye como algo atado a una ley, <strong>la</strong> ideología aparece como<br />

el resultado de un fallido acto de libertad: al transgredir a <strong>la</strong> ley el sujeto<br />

cree sentirse libre pero, en realidad, continúa enjau<strong>la</strong>do al interior de una<br />

oposición dicotómica de aceptación y rechazo. Es decir, en este esquema,<br />

<strong>la</strong> transgresión ha sido diseñada <strong>por</strong> <strong>la</strong> propia ley y, es más, viene a completar<strong>la</strong>.<br />

Por ello, a partir de un penetrante análisis de <strong>la</strong> ética de Badieu, Zizek<br />

afirma que fueron <strong>la</strong>s cartas de San Pablo <strong>la</strong>s que <strong>por</strong> primera vez dejaron<br />

atrás esta dialéctica morbosa de <strong>la</strong> ley y el pensamiento occidental al fin<br />

consiguió liberarse de tal esquema. En mi opinión, lo que “El plebeyo”<br />

propone es casi exactamente lo mismo: en este vals se afirma que el amor<br />

es el único agente capaz de liberarnos de <strong>la</strong> dialéctica de <strong>la</strong> ley en tanto<br />

subjetiviza positivamente al hombre al interior de una comunidad a cuyos<br />

sujetos se esfuerza <strong>por</strong> reconocer como iguales.<br />

De esta manera, Luis Enrique no solo se constituye como un sujeto<br />

alternativo frente a una anquilosada ley social sino además como el agente<br />

productor de un nuevo discurso. Es decir, frente a un Estado, como el

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