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Batalla por la memoria

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La recuperación de <strong>la</strong>s <strong>memoria</strong>s colectivas ... 85<br />

Las crisis de identidad son momentos de desubicación en el espacio<br />

moral, son etapas de desorientación y de pérdida de sentido. Son momentos<br />

de tránsito necesarios, ocasiones privilegiadas para gestar transformaciones<br />

substanciales. Una identidad en crisis es una identidad desorientada en el<br />

espacio axiológico, es una identidad desarraigada de identificaciones comunitarias,<br />

es una identidad sin proyecto, una identidad sin <strong>memoria</strong>, una identidad<br />

sin sentido. No solo los individuos atravesamos <strong>por</strong> períodos de crisis<br />

de identidad para crecer y madurar humanamente. Los colectivos culturales<br />

también atraviesan <strong>por</strong> crisis identitarias, <strong>por</strong> momentos de profunda desorientación<br />

axiológica, de desvalorización de los valores, de ausencia de<br />

modelos de vida buena deseables y, <strong>por</strong> ende, de proyectos compartidos.<br />

Los momentos de crisis identitarias de los colectivos sociales son períodos de<br />

reconstrucción de lo que ya ha sido y al mismo tiempo momentos de renovación<br />

radical, de cambios cualitativos, de innovación. Son momentos regresivos<br />

pero fecundos, anuncian el fin y el nacimiento de un modo de ser y de un<br />

modo de pensar. Son ocasiones privilegiadas para <strong>la</strong> creatividad, son, como<br />

diría Giambattista Vico, los ricorsi propicios para <strong>la</strong> emergencia de <strong>la</strong> sabiduría<br />

poética. Son períodos de reconstrucción narrativa del pasado y de construcción<br />

de proyectos a futuro, de renovación de <strong>la</strong> <strong>memoria</strong> y de afianzamiento<br />

de nuevas bases para refundar <strong>la</strong> convivencia social.<br />

Creo que nuestro país adolece de una crisis crónica de identidad. Los<br />

peruanos —decíamos— nos definimos <strong>por</strong> nuestras carencias, <strong>por</strong> lo que<br />

no somos, <strong>por</strong> lo que deseamos ser. Carencia de lo ajeno, carencia de ser.<br />

Nacimos como nación con una identidad truncada. Tenemos, como decía<br />

Sa<strong>la</strong>zar Bondy, una identidad descentrada <strong>por</strong>que <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción que mantenemos<br />

con nosotros mismos —con “lo propio”— es estructuralmente una<br />

re<strong>la</strong>ción defectuosa. Pero el concepto mismo de “lo propio” es un concepto<br />

ambivalente, en el que se mezc<strong>la</strong> el p<strong>la</strong>no ontológico —lo que es <strong>por</strong> esencia—<br />

con el p<strong>la</strong>no prescriptivo, es decir, lo que debe ser y aún no ha sido.<br />

“El lenguaje de Sa<strong>la</strong>zar –nos dice acertadamente Giusti— es ontologizante,<br />

pero es equívoco. Se trata en realidad, de un lenguaje prescriptivo y no<br />

descriptivo. Nos hab<strong>la</strong> de un ser que debería existir, es decir, de un ser que<br />

no es, lo que significa que es un ser modal o moral” (1999: 287).<br />

6. La alteridad es <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> identidad<br />

Si alguna estructura invariable poseen <strong>la</strong>s identidades individuales o<br />

colectivas es su constitución dialógica. Somos, desde que aparecemos, seres<br />

en re<strong>la</strong>ción con otros seres que incor<strong>por</strong>amos en nuestro mundo inter-

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