Para conocer las sectas
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I<br />
los miembros deseosos de mantener estilos de vida<br />
más normalizados y estables, cambio de concepción<br />
sobre la inminente llegada del reino del Anticristo,<br />
respuestas al «síndrome familiar» —a finales<br />
de los 70— y a la estigmatización social y, en el caso<br />
de la Iglesia de la Unificación, la aparición de <strong>las</strong><br />
Home Church (Iglesias domésticas) para aquellos<br />
miembros cuyo compromiso con el grupo es de menor<br />
intensidad que el de los discípulos primitivos ' 9 .<br />
Desde perspectivas sociológicas, por tanto, cabe<br />
presumiblemente pensar en la apertura de <strong>las</strong> <strong>sectas</strong><br />
y NMR a la sociedad y a los otros grupos religiosos<br />
a medida que en su evolución vayan dando<br />
muestras de mayor acomodación, una de cuyas expresiones<br />
más visibles es, sin duda, la normalización<br />
en sus relaciones con los demás grupos y el<br />
contacto y el diálogo con ellos.<br />
c) La capacidad humana de diálogo<br />
(perspectiva antropológica)<br />
Resulta decepcionante negar por principio la capacidad<br />
y la posibilidad de diálogo a los individuos<br />
y a los grupos humanos. La historia de la humanidad,<br />
desgraciadamente, conoce el triste espectáculo<br />
de la denegación de uno de los derechos fundamentales<br />
del ser humano como es la posibilidad de<br />
expresar <strong>las</strong> propias opiniones y compartir <strong>las</strong> ajenas<br />
sin perjuicio alguno para su identidad moral y<br />
física.<br />
El rechazo de esta capacidad poniendo impedimentos<br />
para que los individuos y los grupos puedan<br />
pensar, expresar y dialogar, es negar de alguna manera<br />
lo más propio del ser humano, porque en la<br />
estructura misma del hombre y de la mujer existe<br />
algo que tiene mucho que ver con el diálogo 20 .<br />
Es difícilmente concebible una existencia humana<br />
sin considerarse en relación con y en comunión<br />
con los otros. De ahí que la mejor expresión de <strong>las</strong><br />
19<br />
Thomas Robbins, Cults, Converts and Charisma, o. c, 113-<br />
115.<br />
20<br />
R. L. Howe, El milagro del diálogo, Centro de Publicaciones<br />
Cristianas, San José (CR) 1962; M. Bon, Le dialogue et les dialogues,<br />
Centurión, París 1967; Yves Congar, El diálogo, ley del trabajo<br />
ecuménico. Estructura de la inteligencia humana, en Cristianos<br />
en diálogo, Estela, Barcelona 1967, 57-72.<br />
152 PARA CONOCER LAS SECTAS<br />
relaciones interhumanas sea, precisamente, el diálogo.<br />
Sin diálogo no hay socialización, es decir, humanización.<br />
A través suyo, el individuo se convierte<br />
en persona, y el propio yo adquiere equilibrio a<br />
medida que va intercambiando con los otros en el<br />
largo camino que es la vida y que le permite asumir,<br />
gradualmente, la propia condición humana.<br />
Si la estructura misma del ser humano implica<br />
la condición dialógica que posibilita el equilibrio de<br />
la persona y su capacidad cognoscitiva, sólo cuando<br />
el diálogo es asumido por el individuo puede hablarse<br />
del diálogo no sólo como principio formal,<br />
sino como actitud verdaderamente humana. Entonces<br />
el diálogo implica tomas de postura respecto a<br />
sí mismo y respecto al otro en sus diferencias y en<br />
un intercambio y enriquecimiento mutuos basados<br />
en la aceptación de la reciprocidad. Por ello resulta<br />
extremadamente degradante y peligroso negar al<br />
individuo o a los grupos esa capacidad de vida y de<br />
riqueza que es el diálogo.<br />
Es ya un lugar común aceptado por la mayoría<br />
de autores y por la sociedad misma que <strong>las</strong> <strong>sectas</strong> y<br />
NMR rechazan el diálogo por principio. Todo este<br />
capítulo es una pregunta sobre si <strong>las</strong> cosas son realmente<br />
así. Los grupos sectarios, sus miembros,<br />
¿aceptan fácilmente privarse de aquello que toca lo<br />
más íntimo del propio ser?; ¿reniegan de su capacidad<br />
de expresarse, de relacionarse con otros grupos<br />
y de enriquecerse con <strong>las</strong> aportaciones ajenas? He<br />
ahí preguntas básicas que no pueden contestarse<br />
desde los viejos «clichés». Si la respuesta, a pesar<br />
de todo, fuese decididamente afirmativa, nos hallaríamos<br />
ante grupos e individuos cuyo final es la<br />
autodestrucción. Pero incluso en esta hipótesis deben<br />
existir mecanismos internos que vengan a sustituir<br />
el necesario diálogo que siempre implica la<br />
vida misma y la relación con los otros y con Dios.<br />
Mecanismos sustitutorios que retendrían a los individuos<br />
engañados dentro de los estrechos límites<br />
del espacio sectario. Estas serían, indudablemente,<br />
<strong>sectas</strong> peligrosas, delictivas, destructivas.<br />
No puede negarse la existencia de estas realidades<br />
sectarias que han significado la destrucción,<br />
espiritual y físicamente, de sus adeptos. Los casos<br />
de <strong>las</strong> <strong>sectas</strong> del Templo del Pueblo, de Edelweis, de<br />
los Davidianos, por ejemplo, son los casos más patéticos<br />
de cuantos puedan ofrecerse.