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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />
rey de reyes, el más alto entre los altos, él cambió de piel, de nariz, de labios, de cejas y de pelo.<br />
Pintó de blanco su piel negra, afiló su nariz ancha, sus labios gruesos y sus cejas pobladas y se<br />
implantó pelo lacio en la cabeza.<br />
Gracias a la industria química y a las artes de la cirugía, de inyección en inyección, de<br />
operación en operación, al cabo de veinte años su imagen quedó limpia de la maldición africana.<br />
Ya no tenía ni una sola mancha. La Ciencia había derrotado a la naturaleza.<br />
Para entonces, su piel tenía el color de los muertos, su nariz muchas veces mutilada había<br />
sido reducida a una cicatriz con dos agujeros, su boca era un tajo teñido de rojo y sus cejas un<br />
dibujo de susto, y se cubría la cabeza con pelucas.<br />
Nada quedaba de él. Sólo el nombre. Se seguía llamando Michael Jackson.<br />
Prodigiosa burocracia<br />
Sonia Pie de Dandré se levanta bien temprano, porque el trabajo obliga y también porque da<br />
gusto respirar el día cuando está recién nacido y huele a bebé.<br />
Aquella mañana, ella caminó, cantando bajito, por las calles de Santo Domingo, mojadas de<br />
luz nueva, y estuvo entre las primeras de la cola, ante el mostrador donde se retiran los<br />
pasaportes. Cuando recibió el suyo, vio que entre los datos figuraba el color de la piel. Trigueña,<br />
decía el documento.<br />
Sonia es negra, y eso no le parece nada mal. Pidió que se corrigiera el error. ¿Error?<br />
–En este país no hay negros –le explicó el funcionario, negro, que había llenado los<br />
formularios.<br />
Conjuros<br />
Alexandra Schjelderup volvió <strong>del</strong> frío. Llevaba quince años viviendo lejos.<br />
Lo primero que hizo Alexandra, recién llegada, fue encender la radio. Quería escuchar las<br />
novedades y las voces de su país. Un país, Panamá, que debe a sus indígenas los tamales que le<br />
hacen agua la boca, las hamacas donde duerme sus siestas en el aire y también los colores que<br />
exhibe y la memoria que oculta.<br />
La radio estaba trasmitiendo publicidad. Se escuchaba una entrecortada conversación<br />
telefónica, puros ruidos incomprensibles, una mujer furiosa que preguntaba: "¿Pero quién es este<br />
indio que me llama?", y una voz profesional que aconsejaba: Si no quiere que lo confundan con un<br />
indio, compre ya su celular de Cable & Wireless.<br />
El Cristito<br />
Dormía poco o nada la Niña María. Desde que la primera luz asomaba entre las montañas y<br />
hasta el fin de cada noche, estaba la Niña María clavada de rodillas ante el altar, susurrando sus<br />
rezos.<br />
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