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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />
Pero a la medianoche de cada 31 de diciembre, cuando alzamos las copas, brindamos por<br />
ella, aunque no lo sepamos, para que sigan naciendo los libres y los años.<br />
El <strong>tiempo</strong><br />
Somos hijos de los días:<br />
–¿Qué es una persona en el camino?<br />
–Tiempo.<br />
Los mayas, antiguos maestros de esos misterios, no han olvidado que hemos sido fundados<br />
por el <strong>tiempo</strong> y estamos hechos de <strong>tiempo</strong>, que de muerte en muerte nace.<br />
Y saben que el <strong>tiempo</strong> reina y se burla <strong>del</strong> dinero que quiere comprarlo,<br />
de las cirugías que quieren borrarlo, de las píldoras que quieren callarlo<br />
y de las máquinas que quieren medirlo.<br />
Pero cuando los indígenas de Chiapas, que se habían alzado en armas, iniciaron las<br />
conversaciones de paz, uno de los funcionarios <strong>del</strong> gobierno mexicano puso los puntos sobre las<br />
íes. Señalándose la muñeca, y señalando las muñecas de los indios, sentenció:<br />
–Nosotros usamos relojes japoneses y ustedes también usan relojes japoneses. Para<br />
nosotros son las nueve de la mañana y para ustedes también son las nueve de la mañana. Ya<br />
déjense de fastidiar con esta cosa <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong>.<br />
Contra<strong>tiempo</strong>s<br />
Cuando el <strong>tiempo</strong> está enemigo, cielos negros, días de hielo y tormentas, la alfalfa recién<br />
nacida se queda quieta y espera. Los tímidos brotecitos se echan a dormir, y en la dormición<br />
sobreviven, mientras dura el mal <strong>tiempo</strong>, por mucho <strong>tiempo</strong> que el mal <strong>tiempo</strong> dure.<br />
Cuando por fin llegan los soles, y azulea el cielo y se entibia el suelo, la alfalfa despierta. Y<br />
entonces, recién entonces, crece. Tanto crece, que uno la mira y la ve crecer, empujada, desde la<br />
raíz, por un viento que no viene <strong>del</strong> aire.<br />
El vuelo de la luz<br />
En las montañas más altas de Cajamarca, las que más demoraron en despertar y levantarse<br />
cuando el mundo nació, hay muchas figuras pintadas por artistas sin nombre.<br />
Esos tatuajes de colores han sobrevivido en las laderas de piedra, desde hace miles de<br />
años, a pesar de los golpes de la intemperie.<br />
Las pinturas son y no son, según la hora. Algunas se encienden cuando se abre el día y al<br />
mediodía se apagan. Otras van cambiando de forma y de color todo a lo largo <strong>del</strong> camino <strong>del</strong> sol,<br />
desde el alba hacia la noche. Y otras sólo se dejan ver cuando el crepúsculo llega.<br />
Las pinturas han nacido de la mano humana, pero también son obra de la luz, la luz que el<br />
<strong>tiempo</strong> envía, día tras día; y están a su mandar. Ella, la luz, la otra artista, reina y señora, las<br />
esconde y las muestra como quiere y cuando quiere.<br />
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