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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />
– Ah, sí –dijo–. Fenómenos naturales.<br />
Con los años, Alfredo aprendió.<br />
Aprendió que el eclipse ocurre porque el sol y la luna son una pareja que se lleva mal, sol de<br />
fuego, luna de agua, y cuando se encuentran se pelean, y el sol quema a la luna o la luna moja al<br />
sol y lo apaga;<br />
y aprendió que la lluvia es hermana de los ríos;<br />
que por los ríos corre la sangre de la tierra, y hay inundación cuando la sangre se derrama;<br />
que la niebla se mata de risa burlando a los caminantes; que la helada es tuerta, y por eso<br />
quema los cultivos por un solo lado;<br />
que el ventarrón se relame comiéndose las semillas sembradas en luna verde;<br />
y que el remolino da vueltas porque tiene un solo pie.<br />
Alma al aire<br />
Según dicen algunas antiguas tradiciones, el árbol de la vida crece al revés. El tronco y las<br />
ramas hacia abajo, las raíces hacia arriba. La copa se hunde en la tierra, las raíces miran al cielo.<br />
No ofrece sus frutos, sino su origen. No esconde bajo tierra lo más entrañable, lo más vulnerable,<br />
sino que lo arriesga a la intemperie: entrega sus raíces, en carne viva, a los vientos <strong>del</strong> mundo.<br />
–son cosas de la vida –dice el árbol de la vida.<br />
El ginkgo<br />
Es el más antiguo de los árboles. Está en el mundo desde la época de los dinosaurios.<br />
Dicen que sus hojas evitan el asma, calman el dolor de cabeza y alivian los achaques de la<br />
vejez.<br />
También dicen que el ginkgo es el mejor remedio para la mala memoria. Eso sí que está<br />
probado. Cuando la bomba atómica convirtió a la ciudad de Hiroshima en un desierto de negrura,<br />
un viejo ginkgo cayó fulminado cerca <strong>del</strong> centro de la explosión. El árbol quedó tan calcinado<br />
como el templo budista que el árbol protegía. Tres años después, alguien descubrió que una<br />
lucecita verde asomaba en el carbón. El tronco muerto había dado un brote. El árbol renació, abrió<br />
sus brazos, floreció.<br />
Ese sobreviviente de la matanza sigue estando ahí. Para que se sepa.<br />
Historia viva<br />
Según se cuenta en Veracruz, ésta fue la primera casa de Hernán Cortés en tierras de<br />
México.<br />
Cortés mandó que fuera hecha de adobe, con piedras <strong>del</strong> río Huitzilapan y corales de los<br />
arrecifes de la mar, cerquita <strong>del</strong> lugar donde había amarrado su nave capitana.<br />
La casa, todavía en pie, parece viva; pero ha muerto por asfixia. Un árbol enorme ha<br />
estrangulado, con mil brazos, la casa <strong>del</strong> conquistador. Ramas, lianas y raíces han aplastado las<br />
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