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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />

El pollito no sólo tenía plumas azules, que lanzaban destellos violáceos al sol, sino que<br />

además meaba azul y piaba azul. Era un milagro de la naturaleza, quizás ayudada por alguna<br />

inyección de anilinas en el huevo.<br />

Mariana lo bautizó con el nombre de Pérez. Fueron amigos. Pasaban horas charlando en la<br />

terraza, mientras Pérez caminaba picoteando migas de pan.<br />

Poco duró el pollito. Y cuando llegó a su fin esa breve vida azul, Mariana se sentó en el piso,<br />

como para no levantarse nunca. Con la vista clavada en una baldosa, comprobó:<br />

Apena el mundo sin Pérez.<br />

Gente curiosa<br />

Soledad, de cinco años, hija de Juanita Fernández: ––4Por qué los perros no comen postre?<br />

Vera, de seis años, hija de Elsa Villagra:<br />

–¿Dónde duerme la noche? ¿Duerme aquí, abajo de la cama?<br />

Luis, de siete años, hijo de Francisca Bermúdez:<br />

–¿Se enojará Dios, si no creo en él? Yo no sé cómo decírselo.<br />

Marcos, de nueve años, hijo de Silvia Awad:<br />

–Sí Dios se hizo solo, ¿cómo pudo hacerse la espalda?<br />

Carlitos, de cuarenta años, hijo de María Scaglione:<br />

–Mamá, ¿a qué edad me sacaste la teta? Mi psicóloga quiere saber.<br />

Índice de inmortalidad infantil<br />

Cuando Manuel tenía un año y medio, quiso saber por qué no podía agarrar el aqua con la<br />

mano. Y a los cinco años, quiso saber por qué se muere la gente:<br />

–Y morir, ¿qué es?<br />

–¿Mi abuela se murió porque era viejita? ¿Y por qué se murió un nene más chico que yo,<br />

que lo ví ayer en la tele? ––¿Los enfermos se mueren? ¿Y por qué se mueren los que no están<br />

enfermos?<br />

–¿Los muertos se mueren por un rato o se mueren <strong>del</strong> todo?<br />

Al menos, Manuel tenía respuesta para la pregunta que más lo mortificaba:<br />

–Mi hermano Felipe no se va a morir nunca, porque él siempre quiere jugar.<br />

Susurros<br />

Luiza Jaguaribe estaba jugando en el jardín de su casa, en las afueras de Passo Fundo.<br />

Brincando en un solo pie, iba contando los botones <strong>del</strong> vestido:<br />

–Uno, dos, porotos con arroz.<br />

Contando los botones, adivinaba el marido que el destino le daría. ¿Se casaría con rey o<br />

con capitán, con soldado o con rufián?<br />

–Tres, cuatro, porotos en el plato.<br />

Pegó una voltereta en el aire, abrió los brazos, cantó:<br />

–Cinco, seis. íMe caso con el rey!<br />

20

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