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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />

la ciudad era. Y de pie sobre la barca, el cuerpo negro brillando a la luz <strong>del</strong> último sol, el<br />

muchacho dijo su nombre:<br />

–Yo me llamo Marco Polo. Marco Polo Mendes Pereira.<br />

El agua<br />

Al principio de los <strong>tiempo</strong>s, la hormiga no tenía la cintura finita.<br />

Lo dice el Génesis, según la versión que anda de boca en boca en la costa colombiana <strong>del</strong><br />

Pacífico: la hormiga era redonda y estaba toda llena de agua.<br />

Pero Dios se había olvidado de mojar el mundo. Cuando se dio cuenta de su distracción, le<br />

pidió ayuda. Y la hormiga se negó.<br />

Entonces, los dedos de Dios le estrujaron la panza. Y así nacieron los siete mares y todos<br />

los ríos.<br />

Los dueños <strong>del</strong> agua<br />

Hay empresas que son como esa hormiga, pero mucho más grandes.<br />

Al fin <strong>del</strong> siglo veinte, la guerra <strong>del</strong> agua estalló en Cochabamba.<br />

Cuando la empresa estadounidense Bechtel triplicó la tarifa de un día para el otro, las<br />

comunidades indígenas marcharon desde los valles y bloquearon Cochabamba, y también la<br />

ciudad se rebeló y se alzaron barricadas y ardieron las facturas <strong>del</strong> agua, en una gran hoguera, en<br />

la Plaza de Armas.<br />

El gobierno de Bolivia contestó a balazos, como es habitual. Hubo estado de sitio, muertos y<br />

presos, pero la pueblada continuó, imparable, día tras día, noche tras noche, durante dos meses,<br />

hasta que en la embestida final los cochabambinos desprivatizaron el agua y recuperaron el riego<br />

de sus cuerpos y de sus sembradíos.<br />

tn la ciudad de La Paz, en cambio, las protestas no impidieron que se adueñara <strong>del</strong> agua la<br />

empresa francesa Suez. La tarifa se fue a las nubes, y casi nadie pudo pagar la cuenta. Por qué<br />

será, se preguntaron los expertos europeos y los gobernantes nacionales. Estaba claro: por atraso<br />

cultural. Los bolivianos pobres, que son casi todos, ignoran que deben bañarse una vez al día,<br />

como es costumbre en Europa desde hace quince minutos, y también ignoran que deben lavar el<br />

auto que no tienen.<br />

Marcas<br />

Un gesto de rechazo ante los vasos de agua común y corriente, y de inmediato el sommelier<br />

apareció en la mesa y leyó en voz alta la larga lista de aguas embotelladas.<br />

Los clientes probaron algunas marcas desconocidas en California, a unos siete dólares cada<br />

botella.<br />

Bebieron varias, mientras comían. Muy buena les pareció el agua Amazonas, de la selva<br />

brasileña, y excelentes las marcas españolas de los Pirineos, pero la mejor fue la francesa Eau du<br />

Robinet.<br />

Del robinet, <strong>del</strong> grifo, venían todas. Las botellas, etiquetadas por alguna imprenta cómplice,<br />

habían sido llenadas en la cocina.<br />

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