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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />

Nochebuena<br />

España, 24 al 25 de diciembre de 1939:<br />

–Es Nochebuena. Algún regalo nos van a dar –decía Javier, y se reía solo.<br />

Javier y Antón, prisioneros de las tropas franquistas, viajaban con las manos atadas a la<br />

espalda. El traqueteo <strong>del</strong> camión los empujaba uno contra el otro, y de vez en cuando los<br />

soldados los pinchaban con las bayonetas.<br />

Javier hablaba sin parar. Antón callaba.<br />

–¿Adónde nos llevan? –preguntaba Javier, que en realidad preguntaba y por qué a mí, a mí<br />

por qué si yo no soy rojo, ni nada, si jamás en la vida me he metido con nadie, si yo nunca anduve<br />

liado en esas cosas de la política, nunca, yo nunca, yo nada.<br />

En uno de los tumbos <strong>del</strong> camino, quedaron pegados cara a cara, los ojos en los ojos, y<br />

entonces Javier apretó los párpados y musitó:<br />

–Oye, Antón. Fui yo.<br />

Pero no se oía nada. Los ruidos <strong>del</strong> camión no dejaban que se oyera nada. Casi gritando,<br />

Javier repitió fui yo, fui yo:<br />

–Yo los llevé. Fui yo.<br />

Antón había perdido la mirada a la orilla <strong>del</strong> camino. No había luna, pero. resplandecían los<br />

bosques de Asturias. Y Javier decía que lo habían obligado, que tenían a toda su familia de<br />

rodillas, que los iban a matar, a los niños, a todos, y Antón seguía metido en las arboledas que en<br />

la negrura brillaban con luz propia, ese fulgor que corría contra el camión.<br />

Javier se calló.<br />

Sólo se escuchaban las toses <strong>del</strong> motor y los golpes <strong>del</strong> camino.<br />

Al rato, Javier repitió:<br />

–Es Nochebuena.<br />

Y dijo:<br />

–Qué frío hace.<br />

Poco después, llegaron al paredón que los estaba esperando.<br />

Domingo de Pascua<br />

1973, Montevideo, cuartel noveno de Caballería: jodida noche. Rugidos de camiones,<br />

ráfagas de metralla, los presos al suelo, boca abajo, manos en la nuca, un fusil clavado en cada<br />

espalda, gritos, patadas, culatazos, amenazas...<br />

A la mañana siguiente, uno de los presos, que todavía no había perdido la cuenta <strong>del</strong><br />

almanaque, recordó:<br />

–Hoy es domingo de Pascua.<br />

Estaba prohibido juntarse.<br />

Pero se hizo. Al centro <strong>del</strong> barracón, se hizo.<br />

Ayudaron los que no eran cristianos. Algunos vigilaban los portones de rejas y seguían los<br />

pasos de los soldados de guardia. Otros formaron un anillo de gente que iba y venía, caminando<br />

como al descuido, alrededor de los celebrantes.<br />

Miguel Brun susurró algunas palabras. Evocó la resurrección de Jesús, que anunciaba la<br />

redención de todos los cautivos. Jesús había sido perseguido, encarcelado, atormentado y<br />

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