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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />

El puerto<br />

La abuela Raquel estaba ciega cuando murió. Pero <strong>tiempo</strong> después, en el sueño de Helena,<br />

la abuela veía.<br />

En el sueño, la abuela no tenía un montón de años, ni era un puñado de cansados huesitos:<br />

ella era nueva, era una niña de cuatro años que estaba culminando la travesía de la mar desde la<br />

remota Besarabia, una emigrante entre muchos emigrantes. En la cubierta <strong>del</strong> barco, la abuela<br />

pedía a Helena que la alzara, porque el barco estaba llegando y ella quería ver el puerto de<br />

Buenos Aires.<br />

Y así, en el sueño, alzada en brazos de su nieta, la abuela ciega veía el puerto <strong>del</strong> país<br />

desconocido donde iba a vivir toda su vida.<br />

Los emigrantes, hace un siglo<br />

Un mechón de pelo,<br />

una vieja llave que había perdido su puerta,<br />

una pipa que había perdido su boca,<br />

el nombre de alguien bordado en un pañuelo,<br />

el retrato de alguien en marco de óvalo,<br />

una cobija que había sido compartida<br />

y otras cosas y cositas venían, envueltas entre las ropas, en el equipaje de los desterrados.<br />

No era mucho lo que cabía en cada valija, pero en cada una cabía un mundo. Chueca,<br />

destartalada, atada con cordones o mal cerrada por herrajes quejumbrosos, cada valija era como<br />

todas, pero igual a ninguna.<br />

Los hombres y las mujeres llegados desde lejos se dejaban llevar, como sus valijas, de fila<br />

en fila, y se amontonaban, como ellas, esperando. Venían de aldeas invisibles en el mapa, y al<br />

cabo de sus largas travesías habían desembarcado en la isla Ellis. Estaban a un paso de la<br />

Estatua de la Libertad, que había llegado, poco antes que ellos, al puerto de Nueva York.<br />

En la isla, funcionaba el colador. Los porteros de la Tierra Prometida interrogaban y<br />

clasificaban a los inmigrantes. les escuchaban el corazón y los pulmones, les estudiaban los<br />

párpados, las <strong>bocas</strong> y los dedos de los pies, los pesaban y les medían la presión, la fiebre, la<br />

estatura y la inteligencia.<br />

Los exámenes de inteligencia eran los más difíciles. Muchos de los recién llegados no<br />

sabían escribir, o no atinaban más que a balbucear palabras incomprensibles en lenguas<br />

desconocidas. Para definir su coeficiente intelectual, debían contestar, entre otras preguntas,<br />

cómo se barría una escalera: ¿Se barría hacia arriba, hacia abajo o hacia los costados? Una<br />

muchacha polaca respondió:<br />

–Yo no he venido a este pais para barrer escaleras.<br />

El vuelo de los años<br />

Cuando llega el otoño, millones y millones de mariposas inician su largo viaje hacia el sur,<br />

desde las tierras frías de la América <strong>del</strong> Norte.<br />

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