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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />
Anatomía <strong>del</strong> miedo<br />
Nace el día, tocado por los dedos <strong>del</strong> sol.<br />
En los campos de El Salvador, las mujeres encienden los fogones y comienzan sus trajines.<br />
–¿Cómo amaneciste? –preguntan, porque también ellas, como el día, amanecen.<br />
Por sus cuerpos conocen lo que el nuevo día les dará. En los años de la guerra, a la hora<br />
<strong>del</strong> amanecer, cada cuerpo de mujer era un mapa <strong>del</strong> miedo. Si el miedo oprimía los pechos,<br />
alguno de los hijos no iba a regresar. Si pinchaba la barriga, el ejército se estaba acercando. Y si<br />
dolía en los riñones, iba a faltar agua en el pozo: y se iba a jugar la vida quien saliera a buscarla.<br />
El susto<br />
Casi la traga el río.<br />
Eufrosina Martínez estaba lavando ropa, cuando la atrapó la correntada y la arrastró. Ella<br />
salvó la vida, después de mucho manotear entre las rocas; pero perdió el alma. El susto se la<br />
llevó: el alma, muerta de miedo, se fue en el agua.<br />
Desde entonces, el cuerpo desalmado de Eufrosina ya no pudo moverse, dejó de comer, no<br />
consiguió dormir, y ya no supo distinguir la noche <strong>del</strong> día.<br />
La sanó un curandero de la sierra de Puebla. Cuando el alma volvió <strong>del</strong> miedo, y se<br />
encontró con su cuerpo, Eufrosina se levantó y volvió a caminar sobre este mundo que a veces te<br />
voltea como un río furioso bajo los pies.<br />
El Cuco<br />
Jugando sin parar, todos mezclados con todos, los chiquilines vivían en alegre revoltijo con<br />
los bichos y las plantas.<br />
Pero un mal día, alguien, algún caminante, llegó hasta aquel resto de estancia en los<br />
campos de Paysandú, y trajo el susto:<br />
–¡Cuidado, que viene el Cuco!<br />
–iViene el Cuco y te lleva!<br />
–iViene el Cuco y te come!<br />
Olga Hughes advirtió los primeros síntomas de la peste. La enfermedad que no tiene<br />
farmacia había atacado a sus hijos numerosos. Y entonces eligió, entre sus numerosos perros, al<br />
más raquítico, al más inofensivo y querendón, y lo bautizó Cuco.<br />
La flauta mágica<br />
Andaba por las calles el médico sanador de los instrumentos que habían perdido el corte o<br />
el recorte.<br />
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