Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />
Entonces, regresaron a casa. Ricardo iba silbando.<br />
Leonardo se detenía al pie de sus árboles preferidos, saludaba a los vecinos meneando el<br />
rabo y ladraba a la sombra fugitiva de algún gato.<br />
Los vecinos lo querían porque él era marrón y blanco, como el Platense, el club de fútbol <strong>del</strong><br />
barrio, que casi nunca ganaba.<br />
Lord Chichester<br />
En una playa de estacionamiento de las muchas que hay en Buenos Aires, Raquel lo<br />
escuchó llorar. Alguien lo había arrojado entre los autos.<br />
Se incorporó a la casa, se llamó Lord Chichester. Tenía poco <strong>tiempo</strong> de nacido y ya era<br />
desteñido y cabezón. Quedó tuerto después, cuando creció y se batió en duelo de amor por la<br />
gata Milonga.<br />
Una noche, cuando Raquel y Juan Amaral estaban sumergidos en la más profunda de las<br />
dormidumbres, unos feroces chillidos los hicieron saltar de la cama. Chillaba Lord Chichester<br />
como si lo estuvieran desollando. Cosa rara, porque él era feo pero callado.<br />
Algo le duele mucho –dijo Juan.<br />
Siguiendo los chillidos, llegaron al fondo <strong>del</strong> corredor. Raquel aguzó el oído, y opinó:<br />
–Nos está avisando que hay una gotera.<br />
Deambularon por la antigua casona, hasta que ubicaron el clip–clop de la gotera en el baño.<br />
–Ese caño siempre perdió –dijo Juan.<br />
–Se va a inundar–temió Raquel.<br />
Y discutieron, que sí, que no, hasta que Juan miró el reloj, casi las cinco de la mañana, y<br />
bostezando suplicó: –Vamos a dormir.<br />
Y sentenció:<br />
–Lord Chichester está loco de remate.<br />
Ya estaban por entrar al dormitorio, perseguidos por los chillidos <strong>del</strong> gato, cuando el techo,<br />
viejo y agrietado, se desplomó sobre la cama.<br />
Pepa<br />
Pepa Lumpen estaba muy averiada por los años. Ya no ladraba; y se caía al caminar. El<br />
gato Martinho se acercó y le lamió la cara. Pepa siempre lo ponía en su lugar, gruñendo y<br />
mostrándole los dientes; pero ese último día se dejó besar.<br />
Callada quedó la casa, vacía de ella.<br />
En las noches siguientes, Helena soñó que cocinaba en una olla que tenía el fondo roto, y<br />
también soñó que Pepa la llamaba por teléfono, furiosa porque la teníamos bajo tierra.<br />
Pérez<br />
Cuando Mariana Mactas cumplió seis años, algún vecino de Calella de la Costa le regaló un<br />
pollito azul.<br />
19