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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />
El uniforme de trabajo<br />
Ciento treinta y cinco años después de su muerte, Abraham Lincoln andaba por las calles de<br />
Baltimore, Annapolis y otras ciudades de Maryland.<br />
Lincoln entraba en un comercio cualquiera. Tocándose el ala <strong>del</strong> sombrero de copa,<br />
inclinaba el cuerpo en una leve reverencia. Estudiaba el panorama con sus inconfundibles ojos<br />
melancólicos, mientras se rascaba la barba grisácea sin bigotes, y después extraía de la levita<br />
negra una pistola Magnum 357. En su estilo directo, de hombre que va al grano y no se anda con<br />
vueltas, decía:<br />
–La bolsa o la vida.<br />
Durante el mes de mayo <strong>del</strong> año 2000, Kevin Gibson asaltó once tiendas, siempre<br />
disfrazado de Abraham Lincoln, hasta que la policía lo atrapó y lo metió en la cárcel.<br />
Gibson está preso desde entonces. Tiene cárcel para rato. Él se pregunta por qué. Al fin y al<br />
cabo, ¿no se disfrazan de Lincoln los políticos más exitosos, para hacer más o menos lo mismo?<br />
Asaltado asaltante<br />
En América Latina, las dictaduras militares quemaban los libros subversivos. Ahora, en<br />
democracia, se queman los libros de contabilidad. Las dictaduras militares desaparecían gente.<br />
Las dictaduras financieras desaparecen dinero.<br />
Un buen día, los bancos de la Argentina se negaron a devolver el dinero de los ahorristas.<br />
Norberto Roglich había guardado sus ahorros en el banco, para que no los comieran los<br />
ratones ni los robaran los ladrones. Cuando fue asaltado por el banco, don Norberto estaba muy<br />
enfermo, porque los años no vienen solos, y la jubilación no daba para pagar los remedios.<br />
De modo que no le quedaba otra: desesperado, penetró en la fortaleza financiera y sin pedir<br />
permiso se abrió paso hasta el escritorio <strong>del</strong> gerente. En el puño, apretaba una granada:<br />
–O me dan mi plata o volamos todos.<br />
La granada era de juguete, pero hizo el milagro: el banco le entregó su dinero.<br />
Después, don Norberto marchó preso. El fiscal pidió de ocho a dieciséis años de cárcel.<br />
Para él, no para el banco.<br />
Marche preso el policía<br />
Por ser la alumna ejemplar, la que mejor hacía los deberes, Argentina había vendido hasta<br />
los leones de los zoológicos y las baldosas de las veredas y debía a cada santo una vela.<br />
Entonces, a principios <strong>del</strong> año 2003, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que<br />
tanto habían contribuido a despanzurrar el país, enviaron una misión para revisarle las cuentas.<br />
Uno de los miembros de esta policía financiera, Jorge Baca Campodónico, iba a ocuparse<br />
de la evasión de impuestos. Él era un experto en el tema. Sabía mucho de fraudes porque estaba<br />
acostumbrado a cometerlos. No bien aterrizó en Buenos Aires, la Interpol lo metió preso.<br />
Este funcionario tenía la captura recomendada. Sus patrones, no.<br />
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