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Eduardo Galeano Bocas <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong><br />

En 1982, recibió el título de Doctor Honoris Causa y los diarios lo exhibieron vestido de toga<br />

y birrete.<br />

Para entonces, con los ahorros de toda una vida consagrada al trabajo, el general Durazo<br />

había podido realizar el sueño de las casas propias. Tenía unas cuantas en México y en el<br />

mundo. De sus hogares mexicanos, uno lucía muebles de Francia, otro contaba con hipódromo<br />

inglés y discoteca de Nueva York, otro reproducía un chalet de los Alpes y no podía faltar una<br />

copia exacta <strong>del</strong> Partenón, con piscina al centro.<br />

Terminó preso, por exagerado.<br />

Para triunfar en la vida<br />

En 1999, según informó el diario The Times of India, una nueva institución educativa estaba<br />

funcionando exitosamente en la ciudad de Muzaffarnagar, al oeste <strong>del</strong> estado de Uttar Pradesh.<br />

Allí se ofrecía a los adolescentes una formación especializada. Uno de los tres directores, el<br />

pedagogo Susheel Mooch, tenía a su cargo el curso más sofisticado, que incluía, entre otras<br />

materias, Secuestros, Extorsiones y Ejecuciones. Los otros dos directores se ocupaban de<br />

materias más convencionales. Todos los cursos incluían trabajos prácticos. Por ejemplo, para la<br />

enseñanza <strong>del</strong> robo en autopistas y carreteras, los estudiantes, agazapados, arrojaban algún<br />

objeto metálico sobre el automóvil que elegían: el impacto detenía al sorprendido conductor y<br />

entonces se procedía al asalto, que el docente supervisaba.<br />

Esta escuela había surgido para dar respuesta a una necesidad <strong>del</strong> mercado y para cumplir<br />

una función social. Según explicaron los responsables de la institución, el mercado exigía niveles<br />

cada vez más altos de especialización en el área <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito, y la educación criminal era la única<br />

formación profesional capaz de asegurar a los jóvenes un trabajo bien remunerado y permanente.<br />

La noticia me dejó preocupado. Desde que la leí, he estado meditando el asunto. ¿Cuántos<br />

maestros de las escuelas tradicionales podrán reciclarse y adaptarse a estas exigencias de la<br />

modernidad?<br />

Los mendigos<br />

Para triunfar en la vida, también los mendigos estudian. Espiando la tele, en bares y<br />

vidrieras, los mendigos reciben lecciones de los maestros <strong>del</strong> oficio. En la pantalla chica, ellos<br />

asisten a las clases impartidas por los presidentes latinoamericanos, que pasan el sombrero en<br />

las conferencias internacionales, y que practican el arte de implorar en sus periódicas<br />

peregrinaciones a Washington.<br />

Así, los mendigos aprenden que la verdad no es eficaz. Un buen profesional nunca pide<br />

unas monedas para el vino. No, no: extiende la mano suplicando una ayuda para llevar a la<br />

anciana madre al hospital, o para pagar el cajón <strong>del</strong> hijito que acaba de morir, mientras con la otra<br />

mano exhibe la receta médica o el certificado de defunción.<br />

Los mendigos también aprenden que algo hay que ofrecer, a cambio de la limosna. Ellos<br />

tienen la calle por patria, carecen de territorio' no hay suelos, ni subsuelos, ni empresas públicas,<br />

que puedan entregar. Pero pueden retribuír la caridad con un lugarcito en el Más Allá, y eso<br />

hacen:<br />

–No me obligue a robar, Jesús también pidió, lo dice la Biblia, Dios se lo pague, Dios lo<br />

tenga en la Gloria, usted se merece el Cielo...<br />

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