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La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud

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- ¡Dios nos ampare!<br />

El guardia indicó el arcén. El <strong>de</strong>l bigote pali<strong>de</strong>ció.<br />

- ¡Han <strong>de</strong>nunciaó! ¡Sigue!<br />

El chofer se volvió, fijando los ojos en Freddie.<br />

- ¡Ni un gesto!.<br />

El chico sintió que se le helaba la sangre.<br />

- Si señor - prometió en un susurro.<br />

El chofer suspiró aliviado. No habiendo perdido la memoria con el susto, como su compañero,<br />

recordó que tras <strong>de</strong>clarar prioritario evitar la alarma social, las <strong>de</strong>nuncias por rapto no se tomaban<br />

en consi<strong>de</strong>ración ni se difundían, en las primeras cuarenta y ocho horas. Aparentando tranquilidad<br />

aparcó en el arcén, obe<strong>de</strong>ciendo las indicaciones <strong>de</strong>l policía. Freddie sintió el frío <strong>de</strong>l acero, a la<br />

altura <strong>de</strong>l cocxis. El <strong>de</strong>l bigote le miraba, sin per<strong>de</strong>r la sonrisa.<br />

El guardia civil examinó la documentación, a la luz <strong>de</strong> la linterna.<br />

- Está bien. ¡Sigan!<br />

El coche se reintegró a la calzada sin apresuramientos. Doscientos metros más allá, el <strong>de</strong>l bigote<br />

exhibió su origen barriobajero.<br />

- ¡No te joén los carajotes! Nosotros a poner la cara, pá qu'ellos <strong>de</strong>n por culo.<br />

El chofer frunció el ceño. No admitía que un inferior, criticase al superior.<br />

- No estropees un buen trabajo pensado.<br />

Se hizo el silencio. Atravesaban un barrio <strong>de</strong> casas bajas. No había coches aparcados ni gente en las<br />

aceras.<br />

- ¿Pincho?<br />

- ¡Pincha!<br />

El tipo le subió la manga. Una goma le apretó el antebrazo. <strong>La</strong> aguja hurgo, buscando la vena. Fredi<br />

gritó. No le mandaron callar, porque nadie podía oírle. Después todo fue nuevo y extraño. Olvidó a<br />

sus padres y al quiosquero. Su compañero se arrancó el bigote. El <strong>de</strong>l volante <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> tener el pelo<br />

castaño, para volverse pelirrojo.<br />

- Voy a cambiar la matrícula.<br />

Fredi se sentía flotar. Sumido en el ensueño, tuvo la impresión <strong>de</strong> que pasaban varias veces por el<br />

mismo sitio. Otro semáforo. Un hombre trató <strong>de</strong> escrutar el interior <strong>de</strong>l vehículo. Parecía un<br />

mendigo. En su mirada había hostilidad y todas las sospechas. Esta vez intento gritar, pero como<br />

pasa en las pesadillas, no le salió la voz. Se preguntó por qué tenía la lengua <strong>de</strong> estopa. Y sonrió<br />

estúpidamente. El <strong>de</strong>l volante bajó el cristal, saludando al guarda jurado. Cipreses en formación,<br />

jalonaban el breve paseo. <strong>La</strong> luna se reflejó en la pizarra <strong>de</strong> un tejado. Un chapoteo veraniego llegó<br />

hasta el chico. Pese al frío relacionó, <strong>de</strong>letreando penosamente.<br />

- Pis..ci..na<br />

Los neumáticos saltaron sobre el empedrado. El <strong>de</strong> la navaja preguntó:<br />

- ¿Le tapo los ojos?<br />

El <strong>de</strong>l volante sacó las piernas fuera <strong>de</strong>l vehículo.<br />

- ¿Para qué?<br />

Escalinata <strong>de</strong> mármol. Pórtico <strong>de</strong> columnas pulidas y mo<strong>de</strong>rnas. Una enorme balconada corría a lo

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