La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud
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- ¡Pero es nuestra hija!<br />
El cabo y el conductor se miraron. Hora más, hora menos, daba lo mismo. Llamaron al juez por el<br />
móvil. Estaba en Badajoz. Tardaría tres o cuatro horas. El cabo se dirigió al padre.<br />
- Ven p'acá, Ginés.<br />
- ¿Y yo no, que soy la madre?.<br />
- ¡Tu, luego!.<br />
- ¿Es que está mal?.<br />
El cabo calló y agacho la cabeza.<br />
- ¡No nos va a <strong>de</strong>cir que está muerta!. - gritó la mujer, con <strong>de</strong>sgarro.<br />
Benito le ro<strong>de</strong>o los hombros con el brazo.<br />
- Mira, Manuela, ¿Pá que te voy a mentir, si los vas a saber?. <strong>La</strong> han matáo y tu no <strong>de</strong>bes subir.<br />
El padre se a<strong>de</strong>lanto.<br />
- Yo iré.<br />
Crisanta se acercó con las mujeres.<br />
- Llevarla a casa. Que ya la bajamos.<br />
<strong>La</strong>s mujeres <strong>de</strong>scendieron la la<strong>de</strong>ra, amparando a la dolorosa. Andaban <strong>de</strong>spacio y lloraban sin<br />
gritos. Sabían que estaba muerta, pero no querían creerlo. Llegó el juez.<br />
- Ginés, mejor que no vengas.<br />
- ¿Por qué?<br />
- El Benito ha visto lo que ha visto.<br />
Ginés era un hombre. Trepó con los civiles, <strong>de</strong> cabezo en cabezo. El cuerpo estaba fresco, pero tan<br />
<strong>de</strong>strozado, que <strong>de</strong> no haber sido por la ropa, no la hubiese reconocido. El padre se abrazó al<br />
<strong>de</strong>spojo.<br />
- ¡Hijos <strong>de</strong> puta!<br />
Benito se rascó la cabeza.<br />
- Esto ha sió el Gervasio. Que viene mucho puqui y una vez quiso tirarse a mi prima. - no era<br />
verdad pero lo dijo, porque el Gervasio le quitó una novia.<br />
A treinta metros <strong>de</strong> la fosa, se apreciaba la huella <strong>de</strong> los esquís <strong>de</strong> un helicóptero. Nadie la vio,<br />
porque no podían suponer que la hubiese. Bajaron el cuerpo hasta el jeep. A la luz <strong>de</strong> linternas y<br />
faroles <strong>de</strong> vela.<br />
A la noticia <strong>de</strong> haber aparecido los restos <strong>de</strong> la extremeña, siguió el hallazgo <strong>de</strong>l chico Valenciano,<br />
semi enterrado en un solar, no lejos <strong>de</strong> su casa. Ester tardo meses en aparecer. Unos cazadores<br />
encontraron los restos, disimulados en una falla <strong>de</strong> la vaguada, don<strong>de</strong> cayó el coche. Aun<br />
negociaban los padres con los secuestradores. Previsto el hallazgo, la historia estaba preparada. Se<br />
publicaron nuevos análisis, achacando a error la atribución <strong>de</strong> la sangre a un cochino. Vulgares<br />
oportunistas los supuestos raptores, se prometió castigarlos, pero se olvidaron sin que nadie se<br />
molestase en buscarlos. Confirmada la tesis <strong>de</strong>l acci<strong>de</strong>nte, los Barrios no aceptaron la evi<strong>de</strong>ncia.<br />
Desoyendo consejos y advertencias, compraron espacios, para <strong>de</strong>cir que había registrado la falla,<br />
personalmente y repetidamente, sin encontrar nada. Machacones, repetían que a su hija la mataron<br />
en otra parte. Y que la tiraron allí, porque probado el acci<strong>de</strong>nte, los asesinos quedaban a resguardo.<br />
Por fortuna para el sistema, al no ser los padres <strong>de</strong> Ester televisivos, bastó una sola entrevista,<br />
conducida por presentador, <strong>de</strong>bidamente asesorado por expertos en salud mental, para que el