La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud
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- ¡Toa la <strong>de</strong>r mundo!. Es <strong>de</strong> los que se forraron con la Expo.<br />
-Y si me lo sé hacer...<br />
Merca contabilizó la comisión.<br />
- Trincas lo que te dé la gana. El tipo es rumboso. Sabe agra<strong>de</strong>cer los favores.<br />
Manolo se habló a sí mismo - Hay gente a la que el bicho no la coge.<br />
- Eso dicen... .<br />
Don Juan no era un cliente cualquiera. Le gustó Manolo y lo metió en su casa. Le abrió cuenta en<br />
el banco y le compró coche, cuando le dieron el carné. Fueron tres años <strong>de</strong> felicidad, hasta que<br />
ingresó para morirse. El médico quiso hacer las pruebas a Manolo. No se <strong>de</strong>jó.<br />
-Si estoy pringao, ¿qué gano con saberlo?.<br />
-No contagiar a otros...<br />
Como le daba igual, contestó que no podía contagiar, porque usaba la goma. Visitaba todos los<br />
días al viejo y le cogía la mano. Le <strong>de</strong>spedía con un montón <strong>de</strong> billetes. Estaba seguro <strong>de</strong><br />
heredarle, pero <strong>de</strong>jó la fortuna a una sobrina, que le asistió <strong>de</strong> gratis, con mayor asiduidad y<br />
cariño. A Manolo le quedó legado suculento. Lo quemó en dos años, viviendo como imaginaba que<br />
vivían los marqueses. Liquidada la última peseta, fue en busca <strong>de</strong>l Merca. No le reclamó la<br />
comisión <strong>de</strong> lo ganado con el viejo, que en buena ley le <strong>de</strong>bía. Y le habló claro.<br />
- Pueo meterte en el Cantil. Lo tuyo es conocío.<br />
Manolo aceptó y ganó tanto como antes, a costa <strong>de</strong> tirarse tíos hasta reventar. Enganchado a la<br />
coca, se pasó al caballo. Lo gastaba la clientela y era más barato. Ingresado por primera vez, al<br />
salir supo que el Crenchas pagaba bien, al que se <strong>de</strong>jaba calentar. Se presentó y volvió a las casas<br />
<strong>de</strong> los ricos. Creía que teniendo lo que tenía, no le harían muchos, pero se equivocó. Los tíos no se<br />
andaban con miramientos. Al principio le daba igual. Pero cuando volvió a tener dinero, quiso<br />
seguir viviendo.<br />
<strong>La</strong>s piernas le quemaban. Los cardos traspasaban la tela. Se dijo que no llegaría nunca a la<br />
carretera, pero no quería pararse. El frío le daba miedo. Empezó a clarear. <strong>La</strong> vereda estaba a<br />
poco más <strong>de</strong> un metro. A la izquierda. Los neumáticos estaban marcados en el polvo. El dolor le<br />
dio subiendo el bardo. Se tiró boca arriba y se le soltaron las tripas, sin darle tiempo a quitarse los<br />
pantalones. Su propio olor apagó todos los olores. las heces continuaban manando. Tumbado cara<br />
el cielo, el espectáculo <strong>de</strong> las estrellas apagándose, le pasó <strong>de</strong>sapercibido. De no ser por la fiebre,<br />
el sol le hubiese calentado. Pudo levantarse y trepó al asfalto. No había cartel que le orientase. <strong>La</strong><br />
mole <strong>de</strong>l camión le pareció acogedora. Quiso alzar la mano, pero no lo hizo.<br />
- ¿Cómo coño no le viste? – gritaba el ayudante..<br />
El conductor lloraba. <strong>La</strong> figura fantasmal se irguió en el arcén, como un hito. Saltó bajo las ruedas.<br />
Ahí estaba. Bajo toneladas <strong>de</strong> máquina.<br />
- ¡Que ruina!, ¡Dios!, ¡que ruina! – repetía el chofer.<br />
Capítulo 2º<br />
Instalado en el vértice <strong>de</strong> la historia, el ungido manipulaba el futuro ante areópago <strong>de</strong> notables,<br />
arrellanados en butacones <strong>de</strong> cuero, que rememoraban el calvario <strong>de</strong> Wil<strong>de</strong> y el heroísmo gratuito<br />
<strong>de</strong> Byron. Humo y aroma <strong>de</strong> habano, con sabor a Chivas.<br />
- No han cambiado. Quieren ser protagonistas y lo son, ¡por persona interpuesta!. Es el secreto <strong>de</strong> la<br />
<strong>de</strong>mocracia y el fútbol. El hincha participa <strong>de</strong> lo que pasa en el campo, sin tener arte ni parte. Y el