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La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud

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- ¿Y eso qué tiene que ver con tus relaciones?<br />

- Metiéndome entre ellos, me entero <strong>de</strong> lo que hacen y por don<strong>de</strong> andan. El marido <strong>de</strong> esa tía trabaja<br />

en un garaje. Pero lo suyo es otra cosa. Tiene carrera, un pico <strong>de</strong> oro, ¡qué hasta los blancos le<br />

escuchan!, y ha montado un centro. Es <strong>de</strong>cir, que está dando la castaña. Sé cómo pillarlo, porque lo<br />

tengo confiado.<br />

De no estar Carlos enganchado a la coca, le hubiesen tomado en serio. Miguel pensó que hablaba <strong>de</strong><br />

su camello.<br />

El fresco <strong>de</strong> la noche les <strong>de</strong>spejó sin calmarles. Lo <strong>de</strong>l bar no se les olvidaba. Compraron un gramo<br />

y esnifaron en hangar, frecuentado por bacala<strong>de</strong>ros. Sudaron durante un par <strong>de</strong> horas, al ritmo<br />

monocor<strong>de</strong> y machacón <strong>de</strong> la música <strong>de</strong> moda. Salieron a una calle vacía. Hasta las putas viejas<br />

habían <strong>de</strong>sertado. El semáforo tornó al rojo.<br />

- ¡Sangre! - susurró Carlos<br />

- ¡Muerte! - replicó Miguel<br />

- ¿Pero a quién matamos? ¡No hay un gato!<br />

- ¡Vamos al río!<br />

- ¿Solos?. ¡Los pelaós nos majan!.<br />

Se batieron en retirada, entrando en su barrio. Resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> familias <strong>de</strong> tradición acomodada, que<br />

se hundían en la miseria sin saberlo, reemplazadas por los ahijados <strong>de</strong>l sistema. Comercios <strong>de</strong><br />

apertura diurna y locales <strong>de</strong> cierre temprano, jalonaban las calles. Desanimados y sin ganas <strong>de</strong><br />

dormir, <strong>de</strong>ambularon entre edificios vetustos, que no merecían el calificativo <strong>de</strong> antiguos. De<br />

toparse con hombre <strong>de</strong> color, no podrían hacerle nada. Le justificaba haber nacido para servir al<br />

blanco. En la oscuridad <strong>de</strong>l pasaje, se adivinaba formación <strong>de</strong> cubos <strong>de</strong> basura. Miguel sintió <strong>de</strong>seos<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>struir.<br />

- ¿Los quemamos?<br />

Sus compañeros le miraron con reprobación.<br />

- ¡Eso es <strong>de</strong> gamberros!.<br />

Avergonzado, se metió en el callejón. Sobre escalón <strong>de</strong> puerta trasera, se adivinaba un bulto.<br />

Convocó a sus compañeros con un gesto. Carlos se inclinó. Cogiendo un pico <strong>de</strong> la manta entre el<br />

pulgar y el índice, para no contaminarse, la levantó con suavidad. <strong>La</strong> llama <strong>de</strong>l mechero iluminó<br />

rostro femenino, ajado por la miseria y el alcohol.<br />

- ¿Es que po<strong>de</strong>mos consentirlo? ¡A dos pasos <strong>de</strong> casa!. Sobran albergues, ¡pero tienen que emporcar<br />

la calle!.<br />

<strong>La</strong> voz <strong>de</strong> Luis sonó grave.<br />

- Todavía no saben dón<strong>de</strong> está su frontera. Tendremos que informarles.<br />

- Los inadaptados no se enteran. Van <strong>de</strong> la botella a la droga y no saben hacer otra cosa. Necesitan<br />

un escarmiento.<br />

<strong>La</strong> mujer abrió unos ojos enormes y asustados. Des<strong>de</strong> su perspectiva, los chicos le parecieron<br />

enormes. Abrió la boca para gritar y emitió un ronquido. <strong>La</strong> falta <strong>de</strong> uso, había atrofiado sus cuerdas<br />

vocales. Arrodillada y humil<strong>de</strong>, recogió sus pertenencias. Quería huir, sin per<strong>de</strong>r cuanto le quedaba.<br />

Dobló la manta. <strong>La</strong> metía en bolsa <strong>de</strong> plástico, con rótulo <strong>de</strong> boutique elegante, cuando el zapato <strong>de</strong><br />

Carlos le acertó en la boca. Cayó <strong>de</strong> espaldas. Primera sangre <strong>de</strong> labio partido. Luis la hizo rodar.<br />

Miguel la <strong>de</strong>volvió.<br />

- ¡Déjenme! ¡Por Dios, déjenme!<br />

Nadie podía oírla. Ni verles. <strong>La</strong> suplica les enar<strong>de</strong>ció. El cubo se volcó sobre el cuerpo, que

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