La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud
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- ¡No lo he visto ni en el cine!<br />
El cine, en su opinión, era más importante que la tele. El conductor le palmeó en la espalda. Del<br />
fondo <strong>de</strong> sus ojos, asomaba un abismo <strong>de</strong> tristeza. Observador concienzudo hubiese sumado un<br />
atisbo <strong>de</strong> piedad.<br />
- Es el país <strong>de</strong> las maravillas. ¡Lo verás!<br />
<strong>La</strong> escalera con barandal metálico, formando volutas floreadas, bajo el inevitable pasamanos <strong>de</strong><br />
bronce, trepaba en espiral, pegada al muro <strong>de</strong> estancia cilíndrica. Juego <strong>de</strong> espejos convexos, entre<br />
relieves <strong>de</strong> estuco dorado, animaban el crema <strong>de</strong> la pared, <strong>de</strong>scomponiendo rayos <strong>de</strong> luz, que el<br />
espectador percibía indirecta. Iluminaba varillaje <strong>de</strong> bronce, soporte <strong>de</strong> claraboya, que <strong>de</strong> reinar la<br />
oscuridad en el interior, hubiese permitido contemplar el firmamento. Kitch y recargado el conjunto,<br />
al chico le pareció tan maravilloso, como a su propietarios. Le introdujeron en el salón, que se abría<br />
a la <strong>de</strong>recha. Zócalo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, tapices Aubuson y cuadros <strong>de</strong> firma. Escenas y personajes más<br />
bonitos, que las láminas <strong>de</strong> los cuentos. Tres arañas colgaban en fila india, iluminando el enorme<br />
espacio. Fredi tropezó con escribanía ventruda, por mirar el paisaje que formaban mármoles <strong>de</strong><br />
colores, incrustados en la tapa <strong>de</strong> una mesa.<br />
- ¡Sigue!<br />
Al fondo, junto a ventanal abierto a la noche, se alzaba el respaldo <strong>de</strong> un butacón. Lo ro<strong>de</strong>ó.<br />
Pañuelo <strong>de</strong> seda amarilla, sembrado <strong>de</strong> palos <strong>de</strong> golf, protegía el cuello <strong>de</strong>l sujeto, con aspiraciones<br />
<strong>de</strong> plastrón, hundiéndose en camisa <strong>de</strong> seda natural. Americana <strong>de</strong> pata <strong>de</strong> perdiz, pantalón beige,<br />
zapatos <strong>de</strong> cocodrilo y calcetines <strong>de</strong> seda, completaban el atuendo <strong>de</strong>l tipo, <strong>de</strong> cabellera castaña,<br />
ondulada y repeinada, ojos marrones transparentes y muertos y discreto bigote, que se repantingaba<br />
contemplándole. Agitó el vaso, el hielo chocó contra el cristal. Fredi, como en otro tiempo Manolo,<br />
se sintió objeto, examinado por comprador entendido. El hombre le paso el dorso <strong>de</strong> la mano por la<br />
mejilla y sonrió. Consiguió una mueca.<br />
- ¡Buen chico! ¡Buen Chico! - se dirigió a los <strong>de</strong>l coche - <strong>La</strong> verdad, ¡no esta mal! Ahora parad.<br />
Supongo que no habréis tenido complicaciones...<br />
Contestó el <strong>de</strong>l volante.<br />
- Levantarle y cargar. El Ernesto nos hizo la seña.<br />
Fredi <strong>de</strong>scubrió que el forastero, simpático y <strong>de</strong>cidor, le ojeó en el kiosco, para que otros le cazasen.<br />
Enterado <strong>de</strong> que los mayores engañaban, mejor que chicos, se prometió no volver a creerles. El tipo<br />
<strong>de</strong> la butaca empuñó el bastón y se levantó. Fredi se dijo que era otra mentira, pues no lo necesitaba<br />
para caminar. Se movía con soltura, agitando el aire con el aditamento. Apuntando al <strong>de</strong>l cuchillo,<br />
inquirió.<br />
- Ernesto os habrá dicho quién es.<br />
El interpelado marcó las distancias.<br />
- ¡Por supuesto, señor con<strong>de</strong>!.<br />
El chofer se apuntó un tanto.<br />
- Yo también me informé. El padre tiene un garaje <strong>de</strong> mala muerte. Lo que no me gusta es que sea<br />
hijo único.<br />
- ¡Pero sus ojos son <strong>de</strong> los que gustan! Y su piel. No es fácil encontrar las dos cosas juntas.<br />
Sería la primera y única noticia que tuvo Fredi, <strong>de</strong> la razón que le convirtió en candidato a su<br />
<strong>de</strong>sagradable <strong>de</strong>stino. No habiendo visto nunca un con<strong>de</strong> <strong>de</strong> carne y hueso, el jefe le interesó<br />
doblemente. Examinado en profundidad, concluyó que si le quitaban la casa y la ropa, quedaba en<br />
un tipo vulgar, más feo que su padre.<br />
- ¡Martín! ¡Ocúpate <strong>de</strong> él!