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La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud

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Esperabais que os encontrase la policía, que lo encuentra todo, porque no sabéis que no os ha<br />

buscado, porque vuestros padres saben que estáis aquí. Están orgullosos, porque saben que D.<br />

Braulio os haya elegido para haceros importantes. Os hemos tenido encerrados, para probaros.<br />

Antes <strong>de</strong> seguir a<strong>de</strong>lante con vosotros, teníamos que saber si estáis capacitados para resistir al<br />

aislamiento y las drogas. ¡Y habéis vencido!. Cuando termine la fiesta, os llevaran a vuestras casas.<br />

¡Pero por unos días, nada más!. En el otoño tendréis que volver, ingresando en un colegio especial.<br />

¡Un colegio don<strong>de</strong> se preparan los jefes!. Salvo Ester. Lo intentamos, pero está claro que no sirve.<br />

<strong>La</strong> sevillana perdió su audiencia y prestigio, porque ser elegido para lo que sea, halaga la vanidad<br />

hasta <strong>de</strong> los niños.<br />

El Car<strong>de</strong>nal giró sobre sí mismo, con la elegancia <strong>de</strong> un Mazarino en su esplendor. El raso<br />

adamascado formó aguas, <strong>de</strong>spidiendo <strong>de</strong>stellos que recordaban el pincel almibarado <strong>de</strong> Van Loo.<br />

- ¡Pétula!, ¡te hago la competencia!. Mi capa es más vaporosa que la tuya.<br />

Pétula giró como un <strong>de</strong>rviche. Y salmodió.<br />

- ¡Pero la gran sacerdotisa siempre será más grácil y bella, que nuestro magnífico prelado!.<br />

El eclesiástico continuaba girando. El salón era un carrusel <strong>de</strong> capas. Pablito Blanes cantó al<br />

espectáculo.<br />

- El bello car<strong>de</strong>nal gira y gira, impartiendo bendiciones y perdonando pecados. Nos salva,<br />

preparándonos al sacrificio.<br />

- ¡Buenas noches, queridos!.<br />

<strong>La</strong> voz <strong>de</strong>l rector interrumpió la doble pirueta. El car<strong>de</strong>nal se inclinó, para recoger el soli<strong>de</strong>o,<br />

escapado <strong>de</strong> la egregia coronilla, a impulsos <strong>de</strong> la fuerza centrifuga. Ernesto se le a<strong>de</strong>lantó.<br />

- ¡Por Dios, eminencia!. Los príncipes <strong>de</strong> la tierra y los <strong>de</strong>l cielo, no <strong>de</strong>ben agacharse. Los siervos<br />

existimos, para besar el suelo ante sus plantas.<br />

El prelado le gratificó con ligera bendición. Los brazos abiertos se dirigió al recién llegado, que<br />

abrazaba a Pétula. Sonriente, andrógino y orondo, el sabio <strong>de</strong> plantilla se estiró, hasta posar sus<br />

labios en la mejilla <strong>de</strong> Javier, que se inclinó ligeramente.<br />

- <strong>La</strong> sapiencia ha entrado por nuestras puertas. - palmoteó Pablito.<br />

- ¿Saben uste<strong>de</strong>s que tal día como hoy, iniciaban en Creta la fiesta <strong>de</strong>l Minotauro?. Hombres y<br />

mujeres se buscaban en el laberinto, jugando con la virilidad <strong>de</strong>l toro. El sacrificio <strong>de</strong> las vírgenes<br />

garantizaba la prosperidad <strong>de</strong> la monarquía. Nosotros velamos en la misma fecha, por la <strong>de</strong> nuestros<br />

reyes y nuestra patria.<br />

- Ellos libaban y bailaban, en honor <strong>de</strong> su dios y su rey. Nosotros lo hacemos en servicio <strong>de</strong> nuestro<br />

señor y nuestro dios. Pero no somos tan generosos. Damos tres para ganar diez. Prestamos el alma a<br />

cambio <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y fortuna, rescatándola al entregar las ajenas. Hemos <strong>de</strong> admitir que los puros no<br />

pararían en las garras <strong>de</strong> Satanás, si no les obligásemos a salir <strong>de</strong>l mundo en la <strong>de</strong>sesperación y el<br />

odio. Nos salvamos, porque sabemos cambiar el bien en mal. Cualitativamente, se entien<strong>de</strong>. Así<br />

logramos ser señores <strong>de</strong> la tierra, sin per<strong>de</strong>r el paraíso, que nos aguarda en la última estación. ¡Sin<br />

tránsito por ningún purgatorio!. Ni el <strong>de</strong> tejas abajo.<br />

Recogidos los presentes en su espíritu, el Car<strong>de</strong>nal se emocionó y el rector se escanció un whisky.<br />

Acentuando su aspecto <strong>de</strong> niño juguetón, abordó cuestión escabrosa.<br />

- He traído a un chico magnífico... Si estáis conformes, en especial Pétula y su eminencia, le<br />

haremos pasar. Desea ser iniciado.<br />

- Mi hija se inicia hoy... - apuntó la sacerdotisa, molesta porque el neófito le restaría protagonismo.<br />

Esperaba que el car<strong>de</strong>nal la siguiese, pero no lo hizo. Detestaba la intromisión <strong>de</strong> extraños en<br />

esparcimientos, que nada tenían <strong>de</strong> apostólicos, pero siendo al rector uno <strong>de</strong> los favoritos <strong>de</strong>

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