La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud
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mobiliario. Sobre una <strong>de</strong> las almohadas, se <strong>de</strong>sperdigaba una melena. Transgrediendo las reglas más<br />
elementales <strong>de</strong> la urbanidad, zaran<strong>de</strong>ó a su propietaria.<br />
- ¡Me haces daño!<br />
- Quiero hablar contigo.<br />
<strong>La</strong> chiquilla se incorporó.<br />
- ¿Qué quieres saber?<br />
- Quién eres y dón<strong>de</strong> estamos.<br />
- Me llamó Maribel y vivía en Don Benito. Un pueblo <strong>de</strong> Badajoz. Me cogieron en la misma<br />
esquina <strong>de</strong> casa. No sé más. Ni siquiera cuánto tiempo hace.<br />
- ¿Un tipo alto y moreno, que siempre esta sonriendo, con otro malcarado, <strong>de</strong> pelo rojo?<br />
- No. Dos mujeres. Me engatusaron, ¿sabes?. Subí al coche, para llevarlas a la ermita y no pu<strong>de</strong><br />
bajar. Me pincharon y me <strong>de</strong>jaron como un paquete.<br />
- ¿Vas al colegio?<br />
<strong>La</strong> niña agitó la melena, en signo <strong>de</strong> negación.<br />
- Ni a ninguna parte. No nos <strong>de</strong>jan salir. <strong>La</strong>s que salieron no han vuelto.<br />
- ¿Quiénes salieron?<br />
- Tres chicas mayores. Estaban aquí cuando me <strong>de</strong>sperté. Tenían miedo y querían escaparse. Un día<br />
vinieron las señoras y las disfrazaron. Luego vino la criada, que es una bruja. Mudó las sábanas y<br />
recogió sus cosas. Le pregunté cuando volverían y me miró <strong>de</strong> una manera muy rara, sin contestar.<br />
Me dan todo lo que pido, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces me aburro mucho. Me alegro <strong>de</strong> que hayas venido,<br />
aunque seas un crío.<br />
Fredi reflexionó hasta el límite <strong>de</strong> sus posibilida<strong>de</strong>s. Se repitió que no entendía nada y explicó lo<br />
que sabía.<br />
- Me dijeron que me traían a vivir con otros niños. Que serían como mis hermanos y que una vez<br />
educado, iría al colegio. Pero tú no vas al colegio.<br />
- No. Tampoco las otras. Cuando se fueron, se fueron para siempre. Ni ellas sabían don<strong>de</strong>.<br />
- Yo iba por mis tebeos - recordó Fredi, soñador.<br />
- Y yo a la plaza. Eran las cinco. Acababa <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la escuela y tenía novio. Mi madre sólo me<br />
<strong>de</strong>jaba verle en el paseo. Pero yo me escurría.<br />
Callaron, porque les dolía recordar la libertad. Más animoso por nuevo, Fredi reanudó la charleta.<br />
- ¿Cuántos días hace que estás?<br />
<strong>La</strong> chica se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
- ¡Te dije que no lo sé!<br />
Fredi rió.<br />
- ¿Cómo nos vas a saberlo?. ¡Con mirar por la ventana!<br />
- ¡¿Qué ventana?!.<br />
Sería entonces cuando Fredi realizó que no la había. Los huecos próximos al techo eran ojos ciegos,<br />
abiertos a ninguna parte. Obe<strong>de</strong>ciendo a un impulso irracional, corrió a la puerta, intentando abrirla.<br />
No pudo y la emprendió a patadas.<br />
- Al otro lado tiene una plancha <strong>de</strong> hierro. Lo vi una vez que me escurrí, cuando vinieron las<br />
señoras.