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La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud

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¡Vamos anda!.<br />

Javier quitó hierro al dialogo, con conclusión lapidaria.<br />

- Digamos que mencionáis las dos patas <strong>de</strong>l banco. <strong>La</strong> una es el tinglado, con partidos, políticos,<br />

instituciones y lo que le que le cuelga. Y la otra la monarquía hereditaria. Está claro que la una se<br />

cae, ¡el banco va al suelo!.<br />

El casino no cambió la vida <strong>de</strong> Luis, pero amplió sus relaciones. De niño jugo a una lotería, que<br />

adoptaron los adultos, bajo el nombre <strong>de</strong> bingo. Adicto a la baraja, se inició en diversos <strong>de</strong>portes <strong>de</strong>l<br />

tapete ver<strong>de</strong>, aguardando impaciente le edad, que le franquease el acceso a la ruleta, el black jak y<br />

otros medios <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r fortunas. Se dispararon sus necesida<strong>de</strong>s pecuniarias, Y Angustias recurrió a<br />

Ignacio, adivinando al hijo futuro <strong>de</strong> indigencia.<br />

- ¡Déjale!. Yo también pase la calentura. Sigo jugando y no me he arruinado. ¡Ya entrará en razón!.<br />

Cumplidos los 28 años, cuando menos lo esperaba, Luis sintió que el girar <strong>de</strong> la bolita, se le hacía<br />

tedioso. Le aburrió el bacarrá y las cartas le produjeron nauseas. Acodado en la barra <strong>de</strong>l casino,<br />

meditaba en torno a <strong>de</strong>sagradable mutación, que reducía sus posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> apasionarse, cuando se<br />

acercó Javierito Albariza, seguido <strong>de</strong> Carlos y un <strong>de</strong>sconocido, con aspecto <strong>de</strong> poeta trasnochado.<br />

- Ernesto Minguez. Novelista y periodista. ¡Pero no te preocupes!. Está en la pomada. Es <strong>de</strong>cir, que<br />

no larga.<br />

Luis que aquel tipo era tan peligroso para los hombres, como para las mujeres. Habiéndole ubicado<br />

en una aristocracia <strong>de</strong> segunda y bohemia, cambió <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a. Observando un punto <strong>de</strong> afectación, tras<br />

apariencia <strong>de</strong>senvuelta, concluyó que estaba ante un promocionado <strong>de</strong> primera generación, origen<br />

que no restaba encanto al sujeto. Tentado <strong>de</strong> preguntarle la profesión <strong>de</strong>l padre, se retuvo. Recién<br />

presentados, hubiese sido una grosería.<br />

- ¿Te vienes?<br />

- ¿Don<strong>de</strong>?<br />

- Por ahí. Esto es un muérmazo. ¡Siempre lo mismo!.<br />

Coinci<strong>de</strong>ntes los criterios, aceptó, <strong>de</strong>jando el coche en el parking. Formar caravana a<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

aburrido, es peligroso. Javierito enfilo la autopista, pisando a fondo. A la altura <strong>de</strong> <strong>La</strong>s Rozas dio un<br />

volantazo, metiéndose en el ramal <strong>de</strong> salida, sin aminorar velocidad. Volaron por vericuetos <strong>de</strong><br />

calzada mínima, que cruzaba una urbanización, entre baches y crujidos <strong>de</strong> la carrocería. El coche<br />

patinó, al entras en camino <strong>de</strong> tierra.<br />

- ¡No iréis a raptarme! - bromeó Luis, ligeramente inquieto. El hijo <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la Inteligencia, no se<br />

sentía seguro ni entre amigos.<br />

Carlos rió.<br />

- Y a torturarte. Mi padre quiere saber lo que se cuece en los servicios <strong>de</strong>l tuyo.<br />

- Esas bromas no me gustan. ¡Menos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> extraños!.<br />

Le salió <strong>de</strong>l alma y se mordió la lengua. Era evi<strong>de</strong>nte que el comentario, <strong>de</strong>spectivo sin disculpa, se<br />

refería a Ernesto. El aludido lo asumió sin un gesto. Estaba acostumbrado a soportar pequeñas<br />

humillaciones, a cambio <strong>de</strong> que apellidos ilustres. le recibiesen en la intimidad, aparentando tratarle<br />

<strong>de</strong> igual a igual, aunque no fuese cierto. El coche se <strong>de</strong>tuvo en una explanada, frente a caserón <strong>de</strong><br />

piedra <strong>de</strong>crépito, <strong>de</strong> una sola planta y teja francesa. Típico <strong>de</strong> la era industrial <strong>de</strong>cimonónica,<br />

parecía mixto <strong>de</strong> vivienda y fabrica rural. <strong>La</strong> luz se filtraba por las juntas <strong>de</strong> contraventanas <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra, pintadas <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>. Bombilla <strong>de</strong>snuda, protegida por vieja pantalla <strong>de</strong> plato, con baño <strong>de</strong><br />

porcelana blanca, indicaba la entrada, sin iluminarla. Aparcaron entre un Jaguar y un Bentley. Entre<br />

mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong>spampanantes, se <strong>de</strong>scubrían carrocerías <strong>de</strong>startaladas. Escapadas <strong>de</strong>l chatarrero,<br />

probaban muy materialmente las relaciones, que unían al lúmpen con la elite. Luis repasó las

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