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La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud

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alguien pretendía utilizarlas, el corte con cuchilla <strong>de</strong> afeitar o cuchillo <strong>de</strong> cocina, quedaba en<br />

hemorragia irrelevante, abortada <strong>de</strong> inmediato. Y el intento <strong>de</strong> ahogamiento en rozadura, huella <strong>de</strong><br />

la soga.<br />

Limitadas las horas <strong>de</strong> libertad, obligado a recogerse en el catre, a hora impropia para que las<br />

gallinas subiesen al palo, sometido pobre a olida concienzuda, tras cada salida, por si reincidiendo<br />

en la mendicidad, recaía en el pecado, el anciano, con <strong>de</strong>recho a dilapidar, con cargo a sus haberes,<br />

el costo <strong>de</strong> un paquete <strong>de</strong> tabaco por semana, a consumir en el exterior, con prohibición expresa <strong>de</strong><br />

invertir en bebidas alcohólicas, sin más aliciente que el televisor, fijado en programa elegido por la<br />

dirección, proyecciones esporádicas <strong>de</strong> ví<strong>de</strong>os insulsos, parchís, dominó y conversación limitada,<br />

pues no tardaban en recorrer los secretos <strong>de</strong>l colectivo, se sumían en aburrimiento profundo, que les<br />

llevaba a la abstracción. <strong>La</strong>mentando que sus ingresos, al superar los gastos, beneficiasen a la<br />

institución, pero sintiendo que les compensaba dar esquinazo a las señoronas, sin ocupación<br />

<strong>de</strong>finida, que mataban el tiempo obligándoles a saldar <strong>de</strong>uda en misas, rosarios y otras <strong>de</strong>vociones,<br />

acumulada a lo largo <strong>de</strong> una vida, no precisamente <strong>de</strong>vota, se <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong>slizar hacia la catatonia<br />

profunda, quedando <strong>de</strong>finitivamente tendidos en el catre, a la espera <strong>de</strong> la muerte.<br />

Trasqui imaginó a su benefactora hurgando en las tripas <strong>de</strong> un compañero, hasta dar con heridas<br />

enterradas en olvido precario. Y sonrío para ocultar su odio solidario. Lola hundió la mano en el<br />

bolso por tercera vez, sacando una tarjeta.<br />

- El albergue está por Horcasitas. Diga que va <strong>de</strong> mi parte. ¡Vera que bien le tratan!. Comida<br />

caliente, cama con sabanas. ¡Hasta podrá lavarse!.<br />

El interpelado se dijo que si aquella bruja, con apariencia <strong>de</strong> bleda inofensiva, le echaba el ojo,<br />

tendría que cambiar <strong>de</strong> barrio, porque le mandaría los guardias, metiéndole en el albergue por las<br />

buenas o las malas. Habiendo aprendido a manejar la mentira <strong>de</strong> los que mandan, Trasqui adoptó el<br />

tono y gestos melifluos, que utilizan para engañar, queriendo hacerlo con eficacia.<br />

- Gracias, señora. Dios se lo premie. Pero el caso es que no estoy solo. Tengo mujer... enferma, por<br />

cierto, y...<br />

A Lola se le iluminaron los ojillos. <strong>La</strong> pensión <strong>de</strong>l casado, es superior a la <strong>de</strong>l soltero.<br />

- ¡Mejor que mejor! ¡Se vienen juntos! Tenemos sala para matrimonios. Duermen en la intimidad.<br />

Separados por mamparas.<br />

Apretado, Trasqui dio rienda suelta a la imaginación.<br />

- Es que... están los hijos. ¡Ya sabe usté! Tres mocetones y una hembra. Se quedaron paráos... Y ya<br />

sabe usté. ¡<strong>La</strong> droga! Así que mandé a la mujer al pueblo y me quedé buscando trabajo. Cosa <strong>de</strong><br />

tenerlos controláos. No salió. Y me puse a pedir. Algo he conseguío. <strong>La</strong> chiquilla se curó y está con<br />

la madre. Con lo que saco, las perras que nos da el gobierno y el huerto, ¡pos van tirando! Me ocupo<br />

<strong>de</strong> los mocetones, ¡qué no los pierdo <strong>de</strong>l ojo! ¡Usté me entien<strong>de</strong>! Por ver si consigo mandarlos p'allá<br />

y largarme, ¡qué estoy harto <strong>de</strong> roar por Madrí!<br />

Lola consi<strong>de</strong>ró la historia <strong>de</strong>masiado bonita para ser cierta. Deduciendo que el tipo, a más <strong>de</strong> andar<br />

metido en drogas, no era pieza <strong>de</strong> albergue, por tener familia en el exterior, que <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la paga,<br />

metería las narices don<strong>de</strong> no <strong>de</strong>bía, renunció a la pieza. Reducido el pobre a perro callejero, se<br />

<strong>de</strong>spidió con esa sonrisa in<strong>de</strong>finida, que une el hola al adiós. No teniéndolas todas consigo, porque<br />

las señoras <strong>de</strong> albergue eran testarudas, el pobre la siguió con la mirada. Avanzaba la nariz<br />

apuntando al cielo, irradiando superioridad. Llegada frente a portal lujoso, como todos los <strong>de</strong> la<br />

calle, giró bruscamente, hundiéndose en el edificio como <strong>de</strong>lincuente, que tiene la policía en los<br />

talones. Remitidos los rasgos <strong>de</strong> la limosnera a la memoria, ese subconsciente, que <strong>de</strong> no mediar<br />

causa patológica, recuerda por puro automatismo, le <strong>de</strong>volvió la imagen enmarcada en barrio<br />

popular. Disfrazada <strong>de</strong> periodista, disparaba la cámara, muy selectivamente, sobre niños y<br />

jovencitas <strong>de</strong> buen ver.<br />

Lola entró en el saloncito <strong>de</strong> Angustias Piedras Albas, sin ocultar su mal humor.

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