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La Ilustre degeneración - Géminis Papeles de Salud

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prepotentes, que reunían todos los po<strong>de</strong>res, los profesionales <strong>de</strong>l espectáculo, sabiéndose amparado<br />

por su público, la inventiva. <strong>La</strong> muerte real subió a escenarios más o menos vistosos y semi<br />

clan<strong>de</strong>stinos. Racionales lucharon entre sí, se enfrentaron a irracionales y se <strong>de</strong>jaron la vida <strong>de</strong> mil<br />

maneras, para solaz <strong>de</strong> un público excitado, que sumaban la emoción <strong>de</strong> la apuesta a la<br />

contemplación <strong>de</strong> un juego, con vencedores y vencidos, rivalidad imposible en las representaciones,<br />

que tuvieron el sexo por objeto.<br />

Género menor la zoofilia, la necrofilia gozaba <strong>de</strong> popularidad, al tener ejecución por preludio.<br />

Imprevisible la práctica <strong>de</strong>l sadismo, abierto a la improvisación, gozaba <strong>de</strong> mayor predicamento,<br />

presentando el inconveniente <strong>de</strong> no haber quien se <strong>de</strong>jase comprar, para asumir el papel <strong>de</strong> víctima.<br />

Comprobado que hasta el suicida prefería morir sin dolor, la cooptación <strong>de</strong> objetos hubo <strong>de</strong> ser<br />

forzada, cargando el costo los riesgo, asumidos por los proveedores. Al hacer necesario redon<strong>de</strong>ar<br />

los ingresos, con la venta <strong>de</strong> filmaciones a través <strong>de</strong> un mundo, globalizado en la crueldad, se<br />

montaron cámaras disimiladas, que en momentos <strong>de</strong> distracción, se <strong>de</strong>sviaban, captando rostros <strong>de</strong><br />

consumidores ilustres, sobre fondo a<strong>de</strong>cuado, que venían a nutrir el archivo <strong>de</strong> la empresa,<br />

garantizando la seguridad <strong>de</strong> los gestores. No tardó en correr, entre los enterados, que gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

política, las finanzas y hasta las letras, se reunían en tugurios periféricos, callando la prensa, por no<br />

faltar cabezas <strong>de</strong> la información, entre los aficionados. Enemigos <strong>de</strong> riesgos los que encarnaban el<br />

po<strong>de</strong>r, no faltó quien propuso legalizar al menos los espectáculos, que contaban con actores<br />

voluntarios. No se hizo pero se modificó el código, consiguiendo que incluso los promotores <strong>de</strong> los<br />

involuntarios, pudiesen cumplir con<strong>de</strong>na a domicilio, alegando falta <strong>de</strong> antece<strong>de</strong>ntes. O por sobra <strong>de</strong><br />

información.<br />

De haber conocido el submundo <strong>de</strong> la élite, Ernesto Mínguez no lo hubiese entendido. Obrero<br />

metalúrgico, con treinta años <strong>de</strong> pasado laboral, presumía <strong>de</strong> su condición <strong>de</strong> comunista, <strong>de</strong> cuarta<br />

generación, inscrito en el partido al nacer, en plena clan<strong>de</strong>stinidad. Activo en la juventud, pasó por<br />

la cárcel sin per<strong>de</strong>r el puesto <strong>de</strong> trabajo, por ser buen especialista, veterano en empresa<br />

comprensiva. Convencido <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>sempañado importante papel en la transición, aplaudió un<br />

cambió que pateó en su interior, confesando a los íntimos que <strong>de</strong> no haber intervenido la disciplina,<br />

lo hubiese abucheado con fruición. Pasado un tiempo y sin salvavidas a mano, optó por aferrarse al<br />

sistema, con fe <strong>de</strong> estalinista. Cerrándose a la crítica, reemplazó el "viva la república", <strong>de</strong> su propia<br />

tradición, por un "viva el rey", no menos entusiasta por forzado. Y trato <strong>de</strong> convencerse <strong>de</strong> que lo<br />

conseguido, era la libertad. Cuando se produjo el golpe, le dolió que los jefes, antes <strong>de</strong> cruzar la<br />

frontera, en busca <strong>de</strong> refugio seguro, <strong>de</strong>jasen a las bases, por consigna, el consejo <strong>de</strong> comerse el<br />

carnet. Impotentes y muertos <strong>de</strong> miedo, los militantes capearon el temporal, como Dios les dio a<br />

enten<strong>de</strong>r. Restablecida la normalidad, los huidos regresaron para encabezar manifestación, a la que<br />

Ernesto asistió. Sería la primera vez que el "viva el rey" le salió <strong>de</strong>l alma. No le agra<strong>de</strong>cía la<br />

salvación <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia, sistema por el que no sentía la menor atracción. Le daba las gracias por<br />

haberle permitido conservar el pellejo.<br />

El palo vino <strong>de</strong>spués. Con el referéndum. Educado en el odio a los americanos y la OTAN, nunca<br />

entendió la extraña fuerza, que le obligó a elegir la papeleta <strong>de</strong>l "sí". Ignoraba que como buen<br />

aficionado al fútbol, engurgitó tanta propaganda subliminal, servida en el balón y las botas <strong>de</strong> los<br />

jugadores, que entrando en el colegio, subconsciente dominó al consciente. Aún se preguntaba<br />

como pudo ocurrirle, cuando el muro se le cayó en la cabeza. Hubiese comprendido lo que estaba<br />

ocurriendo, <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>tectado el suicidio a largo plazo, que se auto<strong>de</strong>cretó el comunismo, en el día<br />

lejano en que acordó salvar la situación, imponiendo una rígida censura, que <strong>de</strong>generó en un<br />

dirigismo intelectual paralizante. El marxismo murió en el día y hora que los marxistas <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong><br />

pensar, para obe<strong>de</strong>cer. No lo sabía, como no supo que los cascotes <strong>de</strong> la absurda construcción,<br />

cayeron sobre occi<strong>de</strong>nte. Seguro el sistema, al carecer <strong>de</strong> opuesto, quiso estarlo en lo interno,<br />

importando para imponerla, la premisa que acabó con el difunto. Enjaulada la expresión intelectual,<br />

en los políticamente correcto, se puso en vías <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la credibilidad. <strong>La</strong> mentira, por mucho que<br />

se repita, no se convierte en verdad, pero engaña a quien preten<strong>de</strong> imponer. Suponiendo que el<br />

pueblo no <strong>de</strong>tecta la contradicción, aun siendo evi<strong>de</strong>nte, los dirigentes <strong>de</strong>l Este <strong>de</strong>spertaron cuando

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