08.05.2013 Views

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

140 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

son las ocho de la noche; digo, no: las nueve; y baja a las catorce,<br />

que son las cuatro de la tarde; digo, no; las dos; y baja a las quince,<br />

que son las cinco; digo no; las tres. Pero esto ocurre sólo cuando lleva<br />

retraso.<br />

Y, sea a la hora que sea, los Holber esperan siempre, porque la<br />

idea d<strong>el</strong> cumplimiento d<strong>el</strong> deber está grabada de modo ind<strong>el</strong>eble en sus<br />

pulmones.<br />

Alguien más vive con los Holber en la casilla. Nos referimos a<br />

Ruph Masrak, hombre de cuarenta años, descuidado de indumentaria,<br />

perito <strong>el</strong>ectricista y malvado de nacimiento. Hay seres que nacen para<br />

<strong>el</strong> crimen; otros nacen para crear un conflicto a sus padres; Ruph Masrak<br />

nació para complicar la presente historia.<br />

Ruph odia a Jim Holber —<strong>el</strong> hijo— porque <strong>el</strong> muchacho es<br />

ágil, robusto y noble y, sobre todo, porque tiene un Ford.<br />

Por eso a nadie extrañará que la tarde en que, al bajar <strong>el</strong><br />

correo Baltimore, cayó a los pies de Jim un pañu<strong>el</strong>o, femenino y<br />

perfumado, de una viajera desconocida, Ruph rugiese mientras echaba<br />

petróleo en un farol.<br />

—¡Me vengaré <strong>el</strong> martes que viene!<br />

SEGUNDA PARTE<br />

El pañu<strong>el</strong>o era pequeñito y olía a ámbar de Kentucky.<br />

Jim lo aspiraba golosamente, ponía los ojos en blanco y tropezaba<br />

en los muebles.<br />

El padre — <strong>el</strong> padre de Jim, porque los muebles no tenían<br />

padre— tardó poco en vislumbrar que algo raro le ocurría a su hijo. Una<br />

noche, en mitad de la cena, y en <strong>el</strong> instante en que <strong>el</strong> muchacho<br />

rechazaba un plato de almejas a la marinera, le abordó:<br />

—Jim: a ti te ocurre algo.<br />

—Sí, padre —repuso él con acento californiano.<br />

—¿Y qué es lo que te ocurre, hijo querido?<br />

—Que no me gustan las almejas a la marinera, padre amado.<br />

(Y aqu<strong>el</strong> día no hablaron más.)<br />

El hijo se levantó y saludó a su padre cariñosamente. Eran las<br />

ocho v cuarto de la noche, digo, las veinte y quince; y como aqu<strong>el</strong>la hora<br />

la destinaba <strong>el</strong> muchacho a oler <strong>el</strong> pañu<strong>el</strong>o, se encerró en su cuarto, se<br />

echó en la cama y lo aspiró con la fuerza con que se aspira a un<br />

destino de Gobernación.<br />

El padre quedó en <strong>el</strong> comedor jugando al dominó con Napoleón<br />

Bonaparte (porque se nos ha olvidado decir que Ciro Holber era<br />

espiritista y cada noche emprendía su partida de dominó con un

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!