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el libro del convaleciente - AMPA Severí Torres

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196 Enrique Jardi<strong>el</strong> Ponc<strong>el</strong>a<br />

Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

—Este portal —anunció él con espanto— No es <strong>el</strong> nuestro.<br />

—¿Qué?<br />

—Como las dos casas son iguales y yo no he venido más que<br />

tres veces, nos hemos equivocado. Ésta casa es la número 9; yo he<br />

alquilado <strong>el</strong> saloncito en la número 7.<br />

Hubo un silencio en que Esquilo hubiese envidiado para una<br />

de sus tragedias. Mariano intentó abrir la puerta con su llave; no entraba.<br />

Llamó con voz suave por <strong>el</strong> agujero de la cerradura:<br />

—Serenoooo . . .<br />

Luego vociferó:<br />

—¡¡Sereno!!<br />

—¡Chist! ¡Calle! —suplicó Asunción—. ¡Van a oírle!<br />

—¿Y si no me oyen para qué quiero llamar?<br />

Entonces Asunción se sentó en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o y lloró. Mariano se<br />

paseaba en la oscuridad y se pegó tres veces contra <strong>el</strong> arranque d<strong>el</strong><br />

barandado de la escalera. Después gimió seis "¡madre mía!", y<br />

Asunción intercaló su frase predilecta:<br />

—¡Por Dios, que no se entere nadie!<br />

Cerca de <strong>el</strong>los se abrió una puerta y una dama, teñida de modo<br />

imperfecto, les abordó.<br />

—No podemos salir a la calle —explicó Mariano.<br />

—Pues no salgan ustedes, criaturas. ¡Quédense en casa! ¿Dónde<br />

se está mejor que en <strong>el</strong> hogar?<br />

Y desapareció.<br />

Pero la puerta de enfrente expulsó al portal a un caballero<br />

grueso.<br />

—Éstas no son horas de dar voces por las escaleras —advirtió.<br />

—Es que no podemos salir...<br />

—¡Ah! Yo no tengo llave d<strong>el</strong> portal; pero llamaré al sereno.<br />

Y durante media hora aulló por la cerradura y golpeó la puerta<br />

de la calle con pies y manos.<br />

Cinco vecinos más surgieron en su auxilio. Entonces se descubrió<br />

que <strong>el</strong> sereno se había dejado la llave puesta por fuera y que la salida<br />

era imposible.<br />

Acudieron otros ocho vecinos, provistos de extraños objetos,<br />

con los que pegaron rudamente en la puerta. Los alaridos llamando al<br />

sereno se oían en todo <strong>el</strong> barrio.<br />

—Debe de estar en la taberna.<br />

—Llamaremos desde un balcón.<br />

Cuatro hombres de buena voluntad se reintegraron a sus casas<br />

para seguir gritando desde los balcones.<br />

Los d<strong>el</strong> portal charlaban con animación.

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